Si usted desciende por el camino, verá el esplendor de la naturaleza, la belleza extraordinaria de los campos
verdes y los cielos abiertos; y escuchará las risas de los niños. Pero, a pesar de todo eso, hay una sensación de
dolor. Está la angustia de una mujer que lleva a su criatura; está el dolor de la muerte; está el dolor cuando uno
espera con ansia algo y ello no ocurre; hay dolor cuando una nación se debilita, se deteriora; y está el dolor de la
corrupción, no sólo en lo colectivo, sino también en lo individual. Hay dolor en su propia casa, si usted mira
profundamente: el dolor de no poder realizarse, el dolor de su propia pequeñez o incapacidad, y diversos dolores
inconscientes.
Hay también risas en la vida. La risa es algo hermoso, reír sin un motivo, tener en el corazón una alegría sin
causa, amar sin buscar nada a cambio. Pero es muy raro que en nosotros tenga lugar una risa semejante. Estamos
agobiados de dolor; nuestra vida es un proceso de desdicha y lucha, una continua desintegración, y casi nunca
sabemos qué es amar con la totalidad de nuestro ser […].
Queremos encontrar una solución, un medio, un método por el cual resolver esta carga de la vida, y así jamás
miramos realmente el dolor. Tratamos de escapar mediante mitos, imágenes, especulaciones; esperamos encontrar
alguna manera de evitar este peso, de anticiparnos a la ola del dolor.
… El dolor tiene una terminación, pero ésta no acaece por medio de método o sistema alguno. No hay dolor
cuando ha, percepción de lo que es.
23 DE JULIO O