El conocimiento no es sabiduría
En nuestra búsqueda de conocimiento, en nuestros deseos adquisitivos, estamos perdiendo el amor,
embotando nuestro sentido de la belleza, nuestra respuesta sensible a la crueldad; nos volvemos más y más
especializados y cada vez menos integrados. La sabiduría no puede ser reemplazada por el conocimiento, y
ninguna cantidad de explicaciones, ni la acumulación de hechos, liberará del sufrimiento al hombre. El
conocimiento es necesario, la ciencia tiene su lugar; pero si la mente y el corazón son sofocados por el
conocimiento, y si la causa del sufrimiento se justifica mediante explicaciones, la vida se torna vana y carente de
sentido […].
La información, el conocimiento de los hechos, aunque aumente de manera constante, es, por su propia
naturaleza, limitado. La sabiduría es infinita, incluye el conocimiento y el modo de actuar; pero nosotros nos
agarramos de una rama y pensamos que es todo el árbol. Mediante el conocimiento de la parte, jamás podremos
experimentar el júbilo de lo total. El intelecto nunca puede conducirnos a la totalidad, porque es tan sólo un
fragmento, una parte.
Hemos creado una separación entre el intelecto y el sentimiento, desarrollando el primero a expensas del
segundo. Somos como un objeto de tres patas, con una pata mucho más larga que las otras; nos falta equilibrio.
Estamos adiestrados para ser intelectuales; nuestra educación cultiva el intelecto para que sea agudo, astuto,
adquisitivo, y así es como juega el papel más importante en nuestra vida.
La inteligencia es mucho más grandiosa que el intelecto, porque en ella se integran la razón y el amor; pero
sólo puede haber inteligencia cuando hay conocimiento propio, profunda comprensión del total proceso de uno
mismo.
