El intelecto corrompe el sentimiento
Vea, está el intelecto, y está el sentimiento puro -el sentimiento puro de amar algo, de tener emociones
intensas y generosas-. El intelecto razona, calcula, sopesa, compara. Pregunta: «¿Vale la pena eso? ¿Me
beneficiará en algo?» Por otra parte, está el sentimiento puro: el extraordinario sentimiento que uno experimenta
por el cielo, por su prójimo, por su esposa, por su hijo, por el mundo, por la belleza de un árbol, etc. Cuando se
unen el sentimiento puro y el intelecto hay muerte de instante en instante. ¿Comprende? Y cuando el sentimiento
puro es corrompido por el intelecto, hay mediocridad; es lo que sucede con la mayoría de nosotros. Nuestras vidas
son mediocres porque estamos siempre calculando, preguntándonos si eso vale la pena, qué beneficio podremos
obtener, no sólo en el mundo del dinero, sino también en el mundo así llamado espiritual: «Si hago esto, ¿obtendré
aquello?»
