31 de Julio – Estar en comunión con el dolor

La mayoría de nosotros no está en comunión con nada. No estamos en comunión directa con nuestros amigos,
con nuestra esposa, con nuestros hijos […].
Para comprender, pues, el dolor, uno debe amarlo, ¿no es así? Es decir, debe estar en comunión directa con él.
Si usted quiera comprender algo -a su vecino, a su esposa, o a alguna relación-, si quiere comprender algo
completamente, debe estar cerca de ello. Debe llegar a ello sin reparo alguno, sin prejuicio, condena ni repulsión;
debe mirarlo, ¿verdad? Si yo quiero comprenderlo a usted, no debo tener prejuicios a su respecto, debo ser capaz
de mirarlo, no a través de las barreras, de las pantallas de mis prejuicios y condicionamientos. Tengo que estar en
comunión con usted, lo cual implica que debo amarlo. De igual manera, si quiero comprender el dolor, debo
amarlo, debo estar en comunión con él. No puedo hacerlo porque estoy escapando del dolor mediante
explicaciones, teorías, esperanzas, postergaciones, todo lo cual constituye el proceso de verbalización. Así pues,
las palabras me impiden estar en comunión con el dolor. Las palabras -palabras de explicaciones,
racionalizaciones, que siguen siendo palabras, un proceso mental- impiden que entre en comunión directa con el
dolor. Pero sólo cuando estoy en comunión con el dolor puedo comprenderlo.

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