Jamás decimos: «Veamos qué es eso que sufre». Uno no puede verlo recurriendo al esfuerzo, a la disciplina.
Debe mirar con interés, con comprensión espontánea. Entonces verá que la cosa que llamamos sufrimiento, dolor,
la cosa que evitamos, así como la disciplina, todo eso se ha desvanecido. En tanto no tengo relación con la cosa
como algo independiente de mí, no hay problema; tan pronto establezco una relación con ella como algo exterior a
mí mismo, surge el problema. Mientras trato al sufrimiento como si fuera algo exterior -sufro porque he perdido a
mi hermano, porque no tengo dinero, por esto o aquello- establezco con el sufrimiento una relación ficticia. Pero si
soy esa cosa, si veo el hecho, entonces toda la cosa se transforma, tiene un significado diferente. Entonces hay
atención plena, atención integrada, y aquello que es observado en su totalidad, es comprendido y disuelto; por lo
tanto, no hay miedo y, en consecuencia, la palabra dolor no existe.