Casi todos nosotros experimentamos diferentes formas de dolor: en la relación, debido a la muerte de alguien,
al no poder realizarnos y al deteriorarnos inútilmente, o al tratar de alcanzar el éxito, de llegar a ser alguien y
toparnos con el fracaso total. Y está todo el problema del dolor en el aspecto físico: enfermedad, ceguera,
incapacitación, parálisis y demás. En todas partes nos encontramos con esta cosa extraordinaria que llamamos
dolor -y con la muerte que aguarda a la vuelta de la esquina-. Y no sabemos cómo enfrentarnos al dolor, así que lo
veneramos o lo racionalizamos o escapamos de él. Vaya a cualquier iglesia cristiana y verá que el dolor es
venerado; lo han convertido en algo extraordinario, sagrado, y se dice que sólo a través del dolor, de Cristo
crucificado, puede uno encontrar a Dios. En Oriente tienen sus propias formas de evasión, otras formas de eludir el
dolor, y me parece una cosa extraordinaria que tan pocos, ya sea en Oriente o en Occidente, estén verdaderamente
libres del dolor.
Sería algo maravilloso si en el proceso de escuchar lo que se está diciendo -de escucharlo no emocionalmente,
no sentimentalmente-… pudiera usted comprender de veras el dolor y liberarse por completo de él, porque entonces
no habría ni autoengaños, ni ilusiones, ni ansiedades, ni miedo, y el cerebro sería capaz de funcionar claramente,
con agudeza, con lógica, quizás entonces, podría usted saber qué es el amor.