El dolor es… pesar, incertidumbre, sentimiento de completa soledad. Está el dolor ante la muerte, el dolor de
no ser capaces de realizarnos en lo personal, el dolor de no ser reconocidos, el dolor de amar y no ser amados a
cambio. Hay innumerables formas de dolor, y me parece que, sin comprender el dolor, no hay fin posible para el
conflicto, la desdicha, el tormento cotidiano de corrupción y deterioro […].
Existe el dolor consciente, y también existe el dolor inconsciente, dolor que parece no tener base ni causa
inmediata. Casi todos conocemos el dolor consciente, y también conocemos el modo de abordarlo: o bien lo
evadimos mediante la creencia religiosa, o lo racionalizamos, o tomamos alguna clase de droga -intelectual o
física-, o nos absorbemos en las palabras, en las divisiones, en el entretenimiento superficial. Hacemos todo esto y,
sin embargo, no podemos desprendernos del dolor consciente.
Luego está el dolor inconsciente que hemos heredado a través de los siglos. El hombre siempre ha procurado
vencer esta cosa extraordinaria llamada dolor, pesadumbre, desdicha; pero aun cuando seamos superficialmente
felices y tengamos todo cuanto queremos, muy en el fondo del inconsciente siguen estando las raíces del dolor. Por
lo tanto, cuando nos referimos a la terminación del dolor, queremos decir la terminación de todo el dolor, tanto del
consciente como del inconsciente.
Para terminar con el dolor, uno debe tener una mente muy clara, muy sencilla. La sencillez no es una mera
idea. Ser sencillo, simple, exige muchísima inteligencia y sensibilidad.