Hay muchas variedades y complicaciones y grados de sufrimiento. Todos conocemos eso. Ustedes lo saben
muy bien, y llevamos esta carga a lo largo de toda nuestra vida, prácticamente desde el instante en que nacemos
hasta el instante en que nos hundimos en la sepultura […].
Si decimos que el sufrimiento es inevitable, entonces no hay respuesta; si lo aceptamos, hemos cesado de
inquirir al respecto. Uno ha cerrado la puerta para la investigación ulterior si escapa de ello, también ha cerrado la
puerta. Puede escapar hacia el sexo, la bebida, el entretenimiento, distintas formas de poder, posición, prestigio,
mediante el insustancial y vacuo parloteo interno. En tal caso, sus escapes se vuelven sumamente importantes; los
objetos hacia los cuales uno escapa asumen una importancia colosal. Así, uno ha cerrado también la puerta: al
dolor, y eso es lo que hace la mayoría de nosotros […]. Ahora bien, ¿podemos detener los escapes de toda clase y
regresar al sufrimiento?… Eso no significa buscar una solución para el sufrimiento. Existe el sufrimiento físico: un
dolor de muelas, de estómago, una operación, accidentes, distintas formas de sufrimientos físicos que tienen su
propia respuesta. También está el miedo a la dificultad futura que podría causar subimiento. El sufrimiento está
estrechamente relacionado con el miedo, y sin comprender estos dos factores fundamentales en la vida, jamás
comprenderemos qué es ser compasivo, amar. Así pues, una mente interesada en comprender qué es la compasión,
el amor y todo eso debe indudablemente comprender qué es el miedo y qué es el dolor.