Pablo Sender
Bienvenidos. En esta charla vamos a explorar un aspecto de las enseñanzas de Blavatsly que no es demasiado conocido. Se basa en algunas enseñanzas que dio al Grupo Interno, que había formado cuando vivía en Londres con un grupo de personas que querían no sólo estudiar la Teosofía en profundidad, sino también practicarla. Y parte de estas enseñanzas fueron publicadas en el tercer volumen de La Doctrina Secreta [publicada] por Annie Besant, que en la edición de seis volúmenes está en el quinto.
Y el tema es «las escalas de la conciencia». Blavatsky explica que hay siete escalas, o siete estadios, por los que tiene que pasar cualquier percepción que tengamos del mundo exterior. Las primeras cuatro escalas tienen que ver con la percepción física; tienen que ver con la percepción del cuerpo, de la conciencia de las células, etc. Pero lo que vamos a examinar más profundamente son las tres escalas superiores, que tienen que ver con los diferentes estados de conciencia mental: desde la mente inferior hasta la mente superior.
Dice en estas Instrucciones que la quinta escala es la del «discernimiento manásico», y explica que es la «autopercepción del manas inferior». Este es el estado de conciencia en el que se encuentra la mayoría de la gente en este punto de la evolución: funcionando a través de la mente inferior, que está fuertemente influenciada por las emociones. El discernimiento que uno puede hacer a través de la mente inferior está condicionado: condicionado por los recuerdos, por las emociones, como he mencionado, condicionado por las experiencias pasadas, por los deseos, por la cantidad de conocimiento que tenemos. Y esa es la escala más baja dentro de este sistema que Blavatsky desarrolla, en cuanto a nuestra posibilidad de percepción mental.
Ella dice que hay una escala superior, que es lo que ella llama «percepción volitiva», la sexta escala. Y como ejemplo, da «la aceptación voluntaria de una idea. Uno puede considerar o ignorar el dolor físico». En esta sexta escala entra lo que podríamos llamar fuerza de voluntad, la posibilidad de elegir, de escoger.
En la escala anterior, en la quinta, hay muy poca posibilidad de elección. Se reacciona mecánicamente a la vida -como ya he dicho-, impulsado por las emociones, los deseos y condicionado por los recuerdos, las experiencias, de las que no somos muy conscientes. Por lo tanto, una persona que funciona simplemente en la quinta escala tiene muy poca libertad de elección. Cuando la persona elige algo, esa elección está generalmente motivada por deseos o miedos, no por lo que la conciencia realmente cree que es mejor. Es en la sexta escala donde comienza esa posibilidad [de elección]. Como ella dice, «la aceptación voluntaria de una idea».
En general, cuando se vive en la quinta escala se absorben las ideas de forma inconsciente. En la sexta escala existe la posibilidad de cuestionar; cuestionar las ideas con las que hemos sido educados, con las que hemos crecido, o cuestionar las ideas que hemos desarrollado en nuestro pasado y que cuando nos encontramos con nueva información o nuevas experiencias uno tiene la posibilidad, la libertad, de cuestionar el pasado y cambiar. Esto empieza a ser posible cuando la persona puede vivir en esta sexta escala de conciencia.
También dice la aceptación voluntaria no sólo de una idea, sino incluso del dolor o las emociones. Creo que esto de «se puede considerar o ignorar el dolor físico» es simplemente un ejemplo. Cuando podemos actuar desde la sexta escala, uno tiene la posibilidad de decidir qué hacer con el dolor, por ejemplo, si es físico, si es emocional, si es mental. Uno tiene, como decía, cierta libertad para decir: «Dejo que este dolor me invalide, dejo que este dolor se interponga en mis actividades diarias -ya sean físicas, mentales o emocionales- o uno tiene la posibilidad de decir: «Sé que el dolor está ahí pero lo ignoro, porque tengo que hacer esto o aquello».
La mayoría de las personas, en este momento de la evolución, viven más o menos alternativamente en estas dos escalas. La mayor parte del tiempo viven en la quinta escala, en la escala de la reacción mecánica, pero la vida nos obliga a entrenarnos, por así decirlo, para intentar relacionarnos con la vida desde la sexta escala. Cuando tenemos que obligarnos a hacer algo que no nos gusta, como una madre que tiene que levantarse a las dos de la mañana para dar de comer al bebé, lo que por supuesto hace con amor, pero tiene la posibilidad de imponerse ese sacrificio porque la situación y el amor llevan a esa persona a elevar su conciencia a la sexta escala, donde uno puede ignorar el cansancio físico para hacer algo que sabe que es mejor, que es necesario. Incluso nuestro trabajo puede llevarnos a esto. La vida en general nos entrena para tener que hacer cosas que no queremos hacer, y al tener que hacer cosas que no queremos hacer estamos desarrollando esa posibilidad de elección -de elegir, no en el sentido de lo que me gusta o no me gusta, porque en ese caso estamos simplemente siguiendo el deseo- eligiendo hacer lo que está en contra de mi deseo o de mi preferencia, porque ese deseo y esa preferencia no es realmente mi ser sino que es parte de nuestras tendencias físicas, emocionales, etc.
Por supuesto, para la vida espiritual hace falta algo más que tener la capacidad de elegir hacer algo físico que no nos gusta porque las circunstancias nos obligan. Eso es [sólo] el comienzo, para empezar a desarrollar o actuar desde la sexta escala. A medida que crecemos en esta escala, entonces este tipo de libertad de elección empieza a ser más profunda, empieza a ser una libertad en la que uno elige la acción correcta desde un punto de vista espiritual, por ejemplo, aunque nuestros deseos traten de llevarnos en otra dirección.
Y eventualmente, a medida que crecemos a través de esta sexta escala, hay una última escala dentro de la conciencia mental que comienza a estar disponible para nosotros (a medida que profundizamos nuestra actividad en la sexta escala). Y esta nueva escala, esta escala superior, que es la escala más alta -como decía- dentro de nuestra conciencia mental, Blavatsly la llamó «apercepción espiritual totalmente consciente». Y ella define la palabra «apercepción». Ella dice que significa la autopercepción; el observar, el percibir lo que está sucediendo con nosotros.
En general, en la quinta escala hay básicamente percepción de lo externo, no tanto de lo interno. Si lo externo produce una reacción en nosotros, directamente reaccionamos así, sin siquiera darnos cuenta de que estamos reaccionando, y lo que está impulsando, digamos, esa reacción es el mundo externo. En la sexta escala empezamos a tener cierta conciencia del mundo interno, porque ahí es donde empezamos a ver que hay una elección entre hacer lo que las circunstancias externas nos impulsan a hacer, o hacer lo que nuestra conciencia, la voz de nuestra conciencia, por ejemplo, nos dice que es correcto hacer. Entonces empieza a haber un nivel de percepción interna, de autopercepción. En la séptima escala, la autopercepción es una de las características principales. Así que ella dice que eso es lo que significa «apercepción»: percepción de uno mismo.
Blavatsky añade: «acción consciente» (porque ahora ya no estamos reaccionando mecánicamente, sino que hay plena conciencia de nuestra acción y de la motivación de la acción) y dice: «cuando la atención se fija en la percepción», en el sentido de que en lugar de estar completamente absorbidos por el mundo externo, ahora podemos prestar atención a cómo estamos percibiendo ese mundo externo, cuál es la respuesta interna que se produce en nosotros a través de esa percepción del mundo externo. Y, por lo tanto, existe la posibilidad de la acción consciente porque nuestra atención no está absorbida por el mundo externo, sino que se sitúa en cómo estamos percibiendo y respondiendo al mundo externo.
Para simplificar, podríamos decir que la quinta escala es. . . . Ah, y antes de continuar Blavatsky dice (no te leí la segunda parte) Blavatsky dice que la séptima escala llega al manas superior autoconsciente. Entonces, ahora sí, para simplificar un poco estas tres escalas, podemos decir que la quinta escala es aquella en la que está funcionando lo que ella llama el «pensamiento sensorial»; un pensamiento que se basa en nuestros sentidos, en nuestro cuerpo, en las percepciones generadas o posibles a través del cerebro, y que es egocéntrico, que está más centrado en la persona, en la parte separada que en el todo. Y así es como funciona el manas inferior, la mente inferior.
La sexta escala, que es un tipo de voluntad mental (no la voluntad espiritual, la voluntad átmica como a veces se llama en la literatura teosófica; ésta es más bien una voluntad mental), y tiene que ver con lo que Blavatsky llama manas-antahkarana. Antahkarana es una palabra sánscrita que Blavatsky traduce como «puente»: el puente entre la mente superior y la inferior. Antahkarana es el aspecto de nosotros, de la mente inferior, que tiene la posibilidad de aspirar a lo superior, de elegir lo superior, o de intentar elegir. A veces no es lo suficientemente fuerte, y las emociones o los deseos pueden arrastrar a la personalidad a hacer algo, pero mientras exista la aspiración de hacer lo correcto, lo que está actuando allí es lo que Blavatsky llamó manas-antahkarana, este estado de la mente inferior. Sigue siendo parte de la mente inferior, pero es la mente inferior que aspira a lo superior, en lugar de lo que es la escala anterior, que es la mente inferior que está completamente identificada con la naturaleza inferior; con el cuerpo, los deseos, etc.
Y ese estado, la sexta escala, el estado de manas-antahkarana, es como un puente, como decía, que lleva de la mente inferior a la mente superior (manas superior), que es la que está activa en la séptima escala, que es una escala de lo que podríamos llamar «percepción consciente».
Así que, para resumir, la quinta escala es la del pensamiento egocéntrico, la sexta es cuando hay aplicación de la voluntad mental para tratar de hacer lo correcto, y la séptima escala es la de la percepción consciente.
Si comparamos estas tres escalas, hay algunas características que son interesantes. En cierto modo, la quinta y la séptima escala tienen características similares, pero son diferentes. Podríamos decir que la quinta escala es la del egocentrismo, donde hay una identificación con la reacción. Si ocurre algo que nos produce ira, estamos completamente identificados con esa ira cuando estamos funcionando en la quinta escala. No hay posibilidad de cuestionar si la ira está justificada o no, si la ira debe ser expresada o no. En la quinta escala hay una completa identificación con la ira y nosotros somos simplemente el vehículo de expresión de esa ira. La característica de esta escala es lo que podríamos llamar una reacción mecánica. Ahora bien, cuando pasamos a la otra escala, la sexta, es la del autocontrol, donde esa voluntad de elegir abre la posibilidad de que empecemos a controlar nuestras reacciones. Y aquí hay una dualidad, porque ahora hay una conciencia plena de mi existencia y de la existencia de la reacción emocional (la ira, por ejemplo).
Es en la sexta escala donde empiezo a ver la ira, no como lo que soy, sino como algo que me está sucediendo, y conservo la conciencia de que existo independientemente de la ira, aunque la ira me esté afectando. Pero el hecho de que surja la posibilidad de elegir si dejar que la ira se manifieste o no, implica una dualidad. Y, por supuesto, esto conlleva una lucha interior.
En la quinta escala, en el primer ejemplo, no hay lucha interna. Puede haber una lucha externa con el entorno tratando de que el entorno se ajuste a lo que yo quiero, pero no hay lucha interna, porque hay una completa identificación con cualquier estado interno que se produzca en respuesta al entorno. Es en la sexta escala donde comienza la lucha interna, porque existe esta dualidad entre yo y mis reacciones, y existe este intento de manejar las reacciones, de considerar la ira o de dejarla de lado.
Y cuando pasamos a la autopercepción, a la séptima escala de la autopercepción, aquí hay un estado de unidad, aquí se trasciende la dualidad. Así que, en cierto sentido, este estado es similar a la quinta escala. El problema es que en la quinta escala no hay dualidad porque hay una identificación con lo que no somos. En la séptima escala, este estado de unidad viene de (como vamos a ver) haber trascendido la dualidad que hay en la sexta escala. El estado de autopercepción (como vamos a ver) es un estado en el que uno se eleva más allá de la dualidad de la mente inferior, y en el que existe la posibilidad de una acción espontánea, pero es una acción espontánea que proviene de la sabiduría, que es una de las características de la séptima escala.
Podríamos decir que la quinta escala también es espontánea: hay una reacción y la mente no se opone a esa reacción. En la sexta escala la mente se opone a la reacción, por lo que no hay acción espontánea. En la séptima escala la mente no se opone a la reacción porque la mente ha trascendido en este momento. Lo que está operando espontáneamente es una percepción [que está] más allá de la mente inferior. Así pues, tanto la quinta como la séptima son similares, pero hay una diferencia esencial: en la reacción mecánica, esa reacción mecánica se basa en la ignorancia (en no saber quiénes somos realmente), se basa en la identificación con la naturaleza inferior. La acción espontánea de la séptima escala se basa en la sabiduría, se basa en la identificación con nuestra naturaleza superior.
Así que esto es un problema (esta semejanza externa de estas dos escalas) porque muchas veces en la espiritualidad popular se cree que la espontaneidad de la que estamos hablando, esta espontaneidad espiritual, equivale a dejarse llevar por las emociones, a «fluir con las emociones», o con «el niño interior», o simplemente, «no dejes que la mente interfiera, o que la mente juzgue, sólo actúa espontáneamente». Ahora bien, cuando esta acción espontánea se basa en la ignorancia, no es una acción espontánea, es una reacción, es una reacción que está asociada a la ignorancia. Es cierto que cuando la mente se involucra genera fricción, genera lucha interna. Pero la respuesta a eso, la respuesta a esa lucha interna -a la fricción que genera cuando la mente empieza a oponerse a las reacciones-, la respuesta a eso no es volver, volver a un estado anterior a la mente, volver a un estado de identificación con las reacciones. La respuesta es trascender el estado de dualidad, ir más allá de la mente -no ir delante de la mente, sino ir detrás de la acción de la mente- a este estado más espiritual en el que la acción espontánea que surge no es la acción de la emoción, la acción de una reacción, de un prejuicio; es la acción de la naturaleza superior en nosotros, y por lo tanto, esta acción espontánea es la acción correcta.
Así que aquí tenemos un pequeño diagrama que muestra cómo la reacción mecánica y la acción espontánea parecen estar en el mismo plano, en un plano de unidad, o de no-dualidad, un vamos a ver esto muchas veces, que tiene como una forma de U. Partimos de un estado de unidad y espontaneidad, pero que está asociado a la ignorancia; descendemos a un estado de dualidad, de fricción, de lucha interna, que es un estado en el que estamos pasando de la ignorancia a la sabiduría; para luego volver a ese estado de unidad, de espontaneidad, pero que ahora está asociado a la sabiduría, y no a la ignorancia como antes.
Así que vamos a ver un poco cómo pasar de la quinta a la sexta escala. Podemos traer aquí algunas ideas generales que son la base de este trabajo. La primera, por supuesto, es la aspiración al ideal de la acción correcta. La transición de la reacción automática a la percepción volitiva se basa en tratar de hacer lo correcto. Por supuesto, uno puede equivocarse sobre lo que es correcto. En la sexta escala todavía no hay necesariamente sabiduría. Hay una mezcla de sabiduría e ignorancia, por lo que uno puede pensar que lo correcto es «a» o «b», y al intentar hacer «a» o «b» está actuando desde la sexta escala. Si la acción es incorrecta, el karma nos ayudará a corregirla y a aprender. Si la acción es correcta, entonces va a haber karma que nos ayude a profundizar en esa sabiduría. Pero en ambas circunstancias estamos fortaleciendo el centro de conciencia, el centro de nuestra conciencia en la sexta escala. Pero claro, como decía, tiene que haber primero la aspiración de hacer lo correcto.
Tiene que haber, como decíamos, hasta cierto punto una conciencia de nuestro mundo interior. Si somos totalmente inconscientes de nuestras reacciones, no podemos aplicar nuestra voluntad para elegir cómo actuar. Por lo tanto, tiene que haber una cierta conciencia del mundo interior. Esta conciencia es mucho más completa en la séptima escala, pero en la sexta escala, o para pasar a la sexta escala, necesitamos cierta medida de conciencia interior.
Luego, por supuesto, tiene que haber fuerza de voluntad. Estas transiciones se producen a lo largo de muchas vidas, lentamente. A medida que la conciencia comienza a habitar más y más en la sexta escala, se desarrolla más y más la fuerza de voluntad. Al principio, digamos, el 90% de las acciones ocurren en la quinta escala, y el 10% en la sexta. Y a medida que la evolución avanza, tal vez estemos al 50% y al 50%. Hasta que la mayor parte del tiempo (el 90% del tiempo) estamos actuando desde la sexta escala, y el 10% desde la quinta escala (sólo para dar un ejemplo). A medida que se realiza esta transición, la aspiración se hace más fuerte, la conciencia interior se hace más pronunciada, la fuerza de voluntad también se hace más poderosa.
Así, una cita típica de esta sexta escala se encuentra en [el libro] La Voz del Silencio, que fue escrito por la Blavatsky, y que dice
«Lucha con tus pensamientos impuros antes de que te dominen. . . . Cuidado discípulo, no permitas que ni siquiera la sombra de ellos se acerque a ti. Porque crecerá, aumentará en magnitud y poder, y entonces esta cosa de las tinieblas absorberá tu ser antes de que te hayas dado cuenta de la presencia del negro y abominable monstruo».
La Voz del Silencio tiene un vocabulario mítico y poético, pero aquí hay un principio psicológico muy importante. Para poder operar en la sexta escala hay que ser consciente de las reacciones al principio de la reacción, cuando se acerca «la sombra» (la sombra de la reacción, en esta sombra de la reacción, en este lenguaje mítico), porque cuando la reacción se desencadena y tomamos conciencia de la reacción en medio de la reacción, en ese momento nuestro ser está absorbido por la reacción. En ese momento ya estamos en la quinta escala con una reacción que es fuerte, y es muy difícil en ese momento pasar a la sexta escala. Hay que intentar hacerlo al principio, al comienzo de la reacción, cuando la reacción aún no es lo suficientemente fuerte. Entonces, en ese momento, uno puede liberar la reacción.
¿Cómo podemos trabajar con eso? Cuando notamos esta reacción, tratamos de cambiar el enfoque mental hacia la virtud opuesta. Si estamos a punto de enfadarnos, podemos leer algo sobre la paciencia, sobre la alegría, meditar en ello. Esto es lo ideal, sería lo ideal, porque no sólo estamos contrarrestando la ira, sino que estamos estimulando la virtud opuesta. Pero a veces esto no es fácil de hacer, no podemos hacerlo. Así que, al menos, lo que hay que intentar es no dejarse arrastrar por la reacción. Y uno puede distraer la mente hacia una actividad agradable. No es lo ideal, pero es mucho mejor que dejar que la reacción nos lleve, nos arrastre. Así que, si no se puede pensar en lo contrario, al menos se puede desviar la atención hacia algo que sea agradable, que atraiga a la mente, para dejar pasar la reacción. Una vez que la reacción pasa uno puede mirar y examinar por qué reaccionó, y tratar de aprender de ello. Pero en el momento, uno elige no tomar en consideración la reacción (para usar la frase de Blavatsky).Ahora, de la sexta a la séptima escala. La condición para pasar de la sexta a la séptima escala es aprender a permanecer consciente de la reacción, sin escapar, sin distraer la mente, ni pensar lo contrario, sino simplemente permanecer con la reacción, sin dejarse arrastrar por ella. Esta posibilidad aparece, como mencioné antes, cuando hemos transitado en la sexta escala a un nivel bastante profundo. Aparece la posibilidad de que ahora el 90% del tiempo operamos desde la sexta escala, pero a veces, el 10% del tiempo, podemos operar desde la séptima escala. Y con la práctica en la vida diaria, con el trabajo, vamos aumentando el número de veces que podemos operar desde la séptima escala. En Luz en el Camino se dice:
«Haber alcanzado el autoconocimiento es haberse retirado a la fortaleza interior desde la que se puede ver al Hombre personal con imparcialidad».
Así, la séptima escala está relacionada con un trabajo de autoobservación, de atención, que ha sido descrito con gran detalle por Krishnamurti, por ejemplo. La idea es tener la posibilidad de observar desde un punto de vista impersonal, sin reacciones, sin juicios. Hay una cita de Blavatsky que habla un poco de esto, dice
«En sus horas de meditación silenciosa, el estudiante encontrará que hay un espacio de silencio dentro de él donde puede refugiarse de los pensamientos y deseos, de la confusión de los sentidos y de las falsas ilusiones de la mente. . .»
Esta séptima escala es un estado de conciencia donde uno puede retirarse, pero no se retira para olvidar, para escapar de estos. Como ella misma afirma,
«Cuando la necesidad de silencio haya crecido lo suficiente, uno lo buscará [no sólo en las horas de meditación silenciosa sino] en medio de la lucha con el yo [inferior] [y uno aprende,] y lo encontrará. . . .»
. . . encontrará esta escala de conciencia, pero ella dice:
«Sólo que no debes desprenderte de tu yo exterior, ni de tu cuerpo; debes aprender a retirar esta fortaleza cuando la batalla se intensifique, pero sin perderla de vista».
Entonces, aquí la idea es aprender a observar con esa observación silenciosa que describió Krishnamurti: observar la reacción interior. Y en esa observación, sin que uno aplique la voluntad de la mente para determinar hacer esto o aquello, el mero hecho de observar, de ser consciente de esta reacción desde este punto de vista de la no-dualidad, produce un efecto en nuestra naturaleza que pone orden espontáneamente. Todo lo que estamos haciendo es observar esto desde ese punto de vista de la conciencia de no-dualidad, y esa misma observación trae espontáneamente un estado de orden, del cual surge la acción correcta. Esto, por supuesto, es un tema bastante profundo. Lo he examinado con más detalle en mi libro «La Evolución de la Conciencia Superior», y aquellos que estén interesados en profundizar en esto pueden consultar el libro.
Muchas gracias y que disfruten de la Convención.