La realidad-Krishnamurti (El Libro de la Vida)

Comprender lo real

En realidad, esto no es complejo, aunque pueda resultar difícil. Vea, nosotros no comenzamos con lo real, con el hecho, con lo que estamos pensando, haciendo, deseando; partimos de suposiciones, o de ideales, que no son realidades, y as’ nos extraviamos. Para partir de hechos y no de suposiciones, necesitamos una profunda atención, y toda forma de pensar que no se origina en lo real es una distracción. Por eso es tan importante comprender qué está ocurriendo tanto dentro como alrededor de uno.

Si uno es cristiano, sus visiones siguen cierto patrón; si es hindú, budista, musulmán, siguen un patrón diferente. Uno ve a Cristo o a Krishna conforme a su condicionamiento; la educación que usted ha recibido, la cultura en que se ha desarrollado determinan sus visiones. ¿Cuál es la realidad, el hecho: la visión o la mente que se ha formado en cierto molde? Las visiones son la proyección de la tradición particular que ha venido a constituir el trasfondo de la mente. Este condicionamiento, no la visión que él proyecta, es la realidad, el hecho. Comprender el hecho es sencillo; pero se hace difícil debido a nuestros agrados y desagrados, a nuestra condena del hecho, a las opiniones o los juicios que tenemos acerca del hecho. Estar libres de estas diversas formas de evaluación es comprender lo real, lo que es.

La interpretación de los hechos impide el ver

Una mente que emite una opinión acerca de un hecho es una mente estrecha, limitada, destructiva […]. Usted puede interpretar el hecho de una manera, y yo puedo interpretarlo de otra. La interpretación del hecho es una calamidad que nos impide ver el hecho real y hacer algo al respecto. Cuando usted y yo discutimos nuestras opiniones acerca del hecho, nada hacemos en relación con el hecho; usted quizá pueda añadir más cosas al hecho, ver más matices, implicaciones, significados, y yo puedo ver menos significados en el hecho. Pero el hecho no puede ser interpretado; yo no puedo ofrecer una opinión acerca del hecho. Es así, y para una mente es muy difícil aceptar el hecho. Estamos siempre interpretándolo, dándole significados diferentes de acuerdo con nuestros prejuicios, condicionamientos, temores, nuestras esperanzas y demás. Si

usted y yo pudiéramos ver el hecho sin ofrecer una opinión, sin interpretarlo, sin asignarle un significado, entonces el hecho se volvería mucho más vital… no, no mas vital… el hecho está ahí, solo, nada más importa; entonces el hecho tiene su propia energía, y esa energía le impulsa a uno en la dirección correcta.

Hay tan sólo un hecho: la impermanencia

Estamos procurando descubrir si hay o no hay un estado permanente; no lo que nos gustaría que hubiera, sino el hecho real, la verdad en esta cuestión. Todo lo que nos concierne, tanto en lo interno como en lo externo -nuestras relaciones, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos-, es impermanente, se halla en un estado de fluir constante. Dándose cuenta de esto, la mente anhela permanencia, un estado perpetuo de paz, de amor, de bondad, una seguridad que ni el tiempo ni los acontecimientos puedan destruir; en consecuencia, crea el alma, el arman, las visiones de un paraíso permanente. Pero esta permanencia nace de impermanencia; por lo tanto, lleva en sí las semillas de lo impermanente. Hay tan sólo un hecho: la impermanencia.

Anhelamos lo incognoscible

Usted quiere que le diga qué es la realidad. ¿Puede lo indescriptible ser expresado en palabras? ¿Puede usted medir algo inconmensurable? ¿Puede apresar el viento en su puño? Si puede, ¿es eso el viento? Si mide lo inconmensurable, ¿lo que usted mide es lo real? Si lo formula, ¿es lo real? Indudablemente no, porque en el momento en que describe algo que es indescriptible, ello cesa de ser lo real. Tan pronto traduce lo incognoscible a lo conocido, ello deja de ser lo incognoscible. Sin embargo, eso es lo que anhelamos. Todo el tiempo queremos conocer porque entonces pensamos que podríamos continuar, capturar la felicidad suprema, la permanencia. Queremos conocer a causa de que no somos felices, de que luchamos mezquinamente, de que estamos agotados, degradados. Sin embargo, en vez de darnos cuenta de ese simple hecho: de que estamos degradados, embotados, hastiados, confusos, queremos alejarnos de lo que es conocido e ir hacia lo desconocido, lo cual otra vez se convierte en lo conocido; por consiguiente, jamás podemos encontrar lo real.

¿Es el sufrimiento tan sólo una palabra o es una realidad?

¿Es el sufrimiento tan sólo una palabra o es una realidad? Si es una realidad y no simplemente una palabra, en ese caso ahora la palabra carece de significado; existe tan sólo el sentimiento de intenso dolor. ¿En relación con qué? En relación con una imagen, una experiencia, con algo que usted tiene o no tiene. Si lo tiene, lo llama placer, si no lo tiene, es dolor. Por lo tanto, el dolor está en relación con algo. Ese algo, ¿es mera verbalización, o es una realidad? Tal como el miedo, no puede existir por sí mismo, sino sólo en relación con algo: un individuo, un incidente, un sentimiento. Ahora bien, usted está plenamente alerta al sufrimiento. ¿Está ese sufrimiento separado de usted y, por lo tanto, usted es meramente el observador que percibe el sufrimiento, o ese sufrimiento es usted?

Usted y la nada son una sola cosa

Usted es nada. Puede tener su nombre y su título, su propiedad y su cuenta bancaria, puede tener poder y ser famoso; pero a pesar de todas esas salvaguardas, usted es nada. Quizás esté por completo inconsciente de esta vacuidad, de esta nada, o quizá no quiera tomar conciencia de ella; pero ella está ahí, haga usted lo que hiciere para evitarlo. Puede intentar escapar de maneras tortuosas, mediante la violencia personal o colectiva, el culto personal o colectivo, el conocimiento, las diversiones; pero ya sea que esté dormido o despierto, esa nada está siempre ahí. Usted puede descubrir su relación con esta nada y el miedo que la acompaña únicamente si está alerta, sin opción alguna, a los escapes. No tiene relación con ella como si usted fuera una entidad separada, individual; no es el observador que la observa; sin «usted», el pensador, el observador, ella no existe. Usted y la nada son una sola cosa, son un fenómeno conjunto, no dos procesos separados. Si usted, el pensador, siente miedo de la nada y la aborda como algo contrario que se opone a usted, entonces cualquier acción que pueda emprender a su respecto debe conducirle inevitablemente a la ilusión y a más conflicto y desdicha. Cuando descubre y experimenta que esa nada es usted, entonces el miedo -que existe sólo cuando el pensador esta separado de sus pensamientos y trata de establecer una relación con ellos- desaparece completamente.

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