El destello de la comprensión
No sé si ha notado usted que hay comprensión cuando la mente está muy quieta, siquiera por un segundo; el
destello de la comprensión tiene lugar cuando cesa la verbalización del pensamiento. Sólo experimente con ello y
verá por sí mismo que tiene el destello de la comprensión, esa rapidez extraordinaria del discernimiento
instantáneo, cuando la mente está muy silenciosa, cuando el pensamiento se halla ausente y la mente no está
agobiada por su propio ruido. En consecuencia, la comprensión de lo que fuere, de una pintura moderna, de un
niño, de nuestra esposa, de nuestro vecino, o la comprensión de la verdad -verdad que se encuentra en todas las
cosas-, sólo puede tener lugar cuando la mente está muy silenciosa y quieta. Pero esa quietud no puede ser
cultivada, porque si usted cultiva una mente quieta, ésa no es una mente quieta, es una mente muerta.
Cuanto más se interesa uno en algo, cuanto mayor es su intención de comprender, tanto más simple, clara y
libre es la mente. Cesa la verbalización. Al fin y al cabo, el pensamiento es la palabra, y la palabra es la que
interfiere. La pantalla de las palabras, que es la memoria, se interpone entre el reto y la respuesta. Y lo que
responde al reto es la palabra, proceso al que llamamos intelección. Así, la mente que parlotea, que verbaliza, no
puede comprender la verdad; la verdad en la relación, no una verdad abstracta. No hay verdad abstracta. Pero la
verdad es muy sutil […].
Como un ladrón en la noche, llega secretamente, no cuando uno está preparado para recibirla.