Cuando el observador es lo observado
El espacio es necesario. Sin espacio no hay libertad. Hablo desde el punto de vista psicológico […]. Sólo
cuando estamos en contacto, cuando no hay espacio entre el observador y lo observado, hemos establecido una
relación total, por ejemplo, con un árbol. Uno no está identificado con el árbol -con la flor, con una mujer, un
hombre o lo que fuere-, pero cuando hay completa ausencia de espacio entre el observador y lo observado, existe
un espacio inmenso. En ese espacio no hay conflicto; en ese espacio hay libertad.
La libertad no es una reacción. Uno no puede decir: «Bueno, soy libre». En el momento en que uno dice que
es libre, no es libre, porque se halla consciente de sí mismo como estando libre de algo; por lo tanto, está en la
misma situación que un observador observando un árbol. El observador ha creado un espacio, y en ese espacio
engendra conflicto. La comprensión acerca de esto requiere, no acuerdo o desacuerdo intelectual, ni decir: «No
comprendo», sino que exige más bien entrar directamente en contacto con lo que es. Significa ver que todas
nuestras acciones, cada instante de la acción, es cosa del observador y lo observado, y que dentro de ese espacio
hay placer, pesadumbre y sufrimiento, deseo de realizarse en lo personal, de ser famoso. Dentro de ese espacio no
hay contacto con nada. El contacto, la relación, tiene un significado por completo diferente cuando el observador
ya no se separa más de lo observado. Existe un espacio extraordinario, y hay libertad.
