Anhelamos lo incognoscible
Usted quiere que le diga qué es la realidad. ¿Puede lo indescriptible ser expresado en palabras? ¿Puede usted
medir algo inconmensurable? ¿Puede apresar el viento en su puño? Si puede, ¿es eso el viento? Si mide lo
inconmensurable, ¿lo que usted mide es lo real? Si lo formula, ¿es lo real? Indudablemente no, porque en el
momento en que describe algo que es indescriptible, ello cesa de ser lo real. Tan pronto traduce lo incognoscible a
lo conocido, ello deja de ser lo incognoscible. Sin embargo, eso es lo que anhelamos. Todo el tiempo queremos
conocer porque entonces pensamos que podríamos continuar, capturar la felicidad suprema, la permanencia.
Queremos conocer a causa de que no somos felices, de que luchamos mezquinamente, de que estamos agotados,
degradados. Sin embargo, en vez de darnos cuenta de ese simple hecho: de que estamos degradados, embotados,
hastiados, confusos, queremos alejarnos de lo que es conocido e ir hacia lo desconocido, lo cual otra vez se
convierte en lo conocido; por consiguiente, jamás podemos encontrar lo real.
