Todos experimentamos dolor. ¿No experimenta usted dolor en una u otra forma? ¿Y desea saber acerca de él?
Si lo desea, puede analizarlo y explicar por qué sufre. Puede leer libros sobre el tema, o ir a la iglesia, y pront
sabrá algo acerca del dolor. Pero no estoy hablando de eso; hablo de la terminación del dolor. El conocimiento no
pone fin al dolor. La terminación del dolor empieza cuando nos endentamos a los hechos psicológicos que tienen
lugar dentro de nosotros, y estamos alerta por completo, de instante en instante, a todas las implicaciones de esos
hechos. Esto significa no escapar jamás del hecho de que uno sude, no racionalizarlo nunca ni ofrecer opinión
alguna al respecto, sino vivir completamente con ese hecho.
Vea, vivir con la belleza de aquellas montañas y no acostumbrarse a ellas, es muy difícil […]. Uno ha
contemplado esas montañas, ha oído el torrente, ha visto las sombras avanzando lentamente a través del valle, día
tras día; ¿no ha notado usted con cuánta facilidad se acostumbra uno a todo ello? Usted dice: «Sí, es bellísimo, y
sigue de largo. Vivir con la belleza, o vivir con algo desagradable y no habituarse a ello, requiere una energía
enorme, una percepción alerta que impida a su mente embotarse. De igual manera, el subimiento embota la mente
si usted tan sólo se acostumbra a él; y casi todos nos acostumbramos a él. Pero usted no necesita acostumbrarse al
dolor. Puede vivir con el dolor, investigarlo, comprenderlo, pero no con el fin de conocer acerca de él.
Usted sabe que el dolor está ahí; es un hecho, y no hay nada más que conocer. Usted tiene que vivir con el
dolor.