Una educación correcta debe tener en cuenta esta condición fundamental. Cuando el educador haya comprendido esto, su objeto principal, aunque tenga varias materias que enseñar, será la revolución radical de la psique, en el tú y en el yo. Aquí es donde entra en juego la importancia de la cooperación entre las dos personas que estudian, aprenden y actúan juntas. No se trata del espíritu de equipo o de familia, ni de la identificación con un grupo o una nación. Es una indagación libre sobre nosotros mismos, sin barreras entre el que conoce y el que no conoce.
Esta es la barrera más destructiva, especialmente en el campo del autoconocimiento. No hay líder, ni falta de líder. Cuando esto se capta plenamente -y en un sentimiento de afecto- entonces la comunicación entre el profesor y el alumno será fácil, clara, y no se quedará sólo en el plano verbal. El afecto no tiene limitaciones, nunca es tortuoso. Es simple y directo.
Dicho esto, y si ambos lo han estudiado,¿cuál es entonces la calidad de tu mente y de tu corazón? ¿Existe algún cambio que no sea provocado por la influencia, o simplemente por la estimulación, que puede dar la ilusión de cambio? La estimulación es como una droga; su efecto desaparece, y se acaba volviendo al punto de partida. Cualquier forma de presión o influencia actúa de la misma manera.
Si actúas en estas condiciones, no estás realmente estudiando y aprendiendo sobre ti mismo. Toda acción basada en la recompensa y el castigo, la influencia o la presión, conduce inevitablemente al conflicto.
Esto es así, pero pocas personas ven la verdad de ello, por lo que se rinden, o dicen que es imposible en la práctica, o que todo es idealista, que es un concepto utópico. Pero no lo es. Es eminentemente práctico y realizable. Así que no hay que dejarse desanimar por los tradicionalistas, los conservadores o los que se aferran a la ilusión de que el cambio sólo puede venir de fuera.
Cuando se estudia y se aprende sobre uno mismo, hay una fuerza extraordinaria de claridad, que puede resistir todas las tonterías del orden establecido. Esta fuerza no es una forma de resistencia, obstinación o voluntad egocéntrica, sino un esfuerzo diligente, desde fuera y desde dentro. Es la fuerza del afecto y la inteligencia.
Para estudiar, aprender y actuar, debe haber cooperación entre el profesor y el alumno. Ambos están involucrados. El profesor puede tener muchos conocimientos, pero si la cualidad del afecto está ausente de su enseñanza, al transmitirla al alumno, éste no podrá aprender. y
La enseñanza se convierte en una lucha entre los dos.
Nos preocupamos no solo sólo por el conocimiento de las cosas de este mundo, sino también por el estudio de uno mismo en el que se aprende
y se actua.
En este estudio, tanto el profesor como el alumno están involucrados, y no se plantea ninguna cuestión de autoridad.
En el estudio de uno mismo, el profesor no sólo debe preocupase de sí mismo, sino también del alumno. En esta interacción, y en las reacciones a la misma, uno comienza a descubrir su propia naturaleza, pensamientos, deseos, apegos, identificaciones, etc. Cada uno actúa como un espejo para el otro, cada uno observa y ve en este espejo exactamente lo que es, porque, como ya hemos dicho, la comprensión psicológica de uno mismo es mucho más importante, que la acumulación de hechos en forma de conocimientos, destinados a hacernos competentes en la acción. Lo que está dentro siempre tiene prioridad sobre lo que está fuera. Esto debe ser claramente entendido por el profesor y por el alumno.
Lo externo nunca ha cambiado al hombre;
las actividades externas, la revolución física, el dominio físico del entorno no han cambiado al ser humano, ni sus prejuicios y supersticiones; en el fondo, los seres humanos han permanecido igual durante millones de años.
Al cooperar, al trabajar juntos, el profesor y el alumno deben tener una relación esencialmente basada en el afecto. La mayoría de las personas cooperan cuando construyen, juegan o investigan científicamente, o cuando trabajan juntas por un ideal, una creencia, o para promover algúna idea en beneficio personal o colectivo; o cooperan en torno a una autoridad religiosa o política.