TEOSOFIA Y EDUCACION
TIM BOYD
Me gustaría analizar cuál es nuestro enfoque, como teósofos, sobre la educación. Desde la fundación de la Sociedad Teosófica (ST) hemos estado profundamente involucrados en el establecimiento de instituciones educativas. Estoy especialmente agradecido a Vic Hao Chin, Jr, por los esfuerzos educativos que se han iniciado en las escuelas Golden Link en Filipinas, que hemos tratado de reproducir con nuestro esfuerzo actual en la Academia Teosófica en Adyar (ATA).
Cada uno de nosotros ha experimentado y valorado el papel de la Teosofía, la Sabiduría Eterna, y nos hemos comprometido en algún proceso de autoeducación. En algunos aspectos parece similar a la educación que recibimos en las escuelas, pero en los aspectos fundamentales es un enfoque muy diferente. Me gustaría examinar tres principios básicos involucrados en este enfoque de la educación.
Primero tenemos que dejar claro en nuestra mente, que hay una conciencia universal y omnipresente, que está siempre expresándose/manifestándose a través de todo. Incluso con el infinito número de formas que hay en el mundo, esta conciencia universal no llega a expresase plenamente. En el Bhagavadgita, Krishna dice: «Habiendo impregnado este universo con un fragmento de mí mismo, aún permanezco». Las personas religiosas tienden a pensar en Dios o en lo divino. Pero esta conciencia universal, omnipresente, y siempre disponible, es el primer principio. El segundo principio es que esta conciencia universal no está dividida y no es posible dividirla. Para nosotros esto es a veces difícil de entender. Esto se debe a que todo lo que vemos parece confirmar que, en realidad, todos estamos separados unos de otros. Si movemos la mano, pensamos en algo, o experimentamos un sentimiento, la persona que está a nuestro lado no responde de la misma manera. Toda nuestra experiencia personal confirma esta disociación y separación. Esta condición de nuestro pensamiento fue descrita por H. P. Blavatsky (HPB) como «la herejía de la separatividad». Uno de los principales propósitos de la ST ha sido intentar establecer el sentido de hermandad, la experiencia real de un esfuerzo de cooperación para darnos cuenta de la verdad que nos arraiga en una unidad inherente.
El tercer principio se refiere específicamente a la educación y a nuestro proceso educativo. Y es que el yo superior, u oculto, puede ser revelado. Se revela a través de un esfuerzo inteligente aplicado a lo largo del tiempo. Esta es la base de nuestra propia educación, proceso y práctica. De diferentes maneras, todos nos comprometemos en este tipo de estudio. Para algunos es el estudio de las ideas tal y como están escritas en los libros; otros se implican en actividades en beneficio de los demás; para algunos el enfoque está en la quietud, la meditación, o incluso en las artes. Pero sea cual sea nuestra práctica o estudio, en última instancia debe dar algún fruto. Se nos dice que debemos trabajar sin ningún deseo de obtener resultados. Esto es cierto, pero no debe interpretarse como que no hay resultados, porque sí los hay.
Hay un resultado específico que resulta de un enfoque educativo adecuado. En una ocasión estuve presente en una conversación con Su Santidad el Dalai Lama. Alguien le preguntó sobre los resultados de su vida de práctica budista. Dijo que uno de los resultados es que se siente mucho más feliz. La mayoría de las personas que participaban en esa conversación probablemente esperaban algún tipo de respuesta esotérica, pero esto es lo que él dijo que era tan importante.
Aunque es un hecho que todo lo que vive desea la felicidad, creo que es un error hacer de la felicidad un objetivo. Aunque todos la deseamos, podemos ver la felicidad como un síntoma o resultado de una causa más profunda. Pero nosotros, como autodidactas y practicantes, deberíamos hacernos las siguientes preguntas: «A lo largo de los años de estudio y práctica, ¿me he vuelto más feliz? ¿Estoy más libre del peso/lastre de una mente cargada de deseos? ¿Estoy más libre de las inhibiciones, y los problemas que arrastramos la mayoría de nosotros? ”
Tuve una buena amiga que fue presidenta de la Sección Americana de la ST, Dora Kunz. Ella era muy conocida por su capacidades de clarividencia, y por haber desarrollado una un sistema de formación en sanación para enfermeras, que fue adoptado por universidades de varios países, y dio lugar a 100.000 enfermeras capacitadas como sanadoras. Una de las dificultades que a menudo tenía que abordar con sus enfermeras era que éstas se sentían «quemadas» en el proceso de conectar continuamente con el sufrimiento de los demás. Como sanadora, la propia Dora estaba en contacto con personas que sufrían y padecían profundamente. Pero la formación que tenía que transmitir a las enfermeras era que el proceso de sanación nunca puede ser personal. La conciencia universal se presenta en innumerables formas limitadas por el dolor y el sufrimiento. El trabajo no es con la forma, por muy fragmentada que parezca, sino con la conciencia subyacente, que siempre está íntegra.
Debemos examinar cómo hemos sido entrenados y condicionados. Es un proceso que comienza con el nacimiento. Nuestros primeros educadores son nuestra familia y la sociedad en la que hemos nacido. Somos educados en el proceso de auto-identificación. Desde el punto de vista teosófico, o de la Sabiduría Eterna, hay un alma que entra en el cuerpo. El alma no está condicionada por el género, la nacionalidad o la religión, ni por ninguna de las cosas que pronto asume en conexión con el cuerpo a través del cual se manifiesta. Tras el proceso de venir al mundo, un alma se identifica como hombre o mujer, una determinada nacionalidad, religión, familia, etc. Todas estas diferentes identidades separativas la impregnan.
Partiendo de un estado inicial de integración/plenitud, nos fragmentamos/separamos/dividimos en géneros, religiones, nacionalidades, partidos políticos, etc. Un factor muy importante en nuestra educación más temprana son nuestros padres. Ellos son nuestros primeros educadores en este mundo. Sin embargo, para ser realmente honestos, con independencia de lo mucho que hayamos querido, y queramos a nuestros padres, sería un error no reconocer estas limitaciones.
Cuando pensamos que la mayoría de los niños son criados por personas de 20 o 30 años que intentan transmitir su «sabiduría» a sus hijos. Y, francamente, no hay mucha sabiduría que transmitir a una edad tan temprana. Así que perpetuamos un ciclo, repitiendo las mismas cosas, que han sido transmitidas por las generaciones de padres que nos precedieron, con la esperanza de que los hijos nos escuchen. Una de las cosas que debemos reconocer es que, los niños nunca han prestado demasiada atención a sus padres, y, al mismo tiempo, nunca han dejado de imitarlos.
Esto crea problemas porque nuestro ejemplo, es lo que se realmente transmite. Todos conocemos personas, ya adultas, que cuando oyen a alguien levantar la voz sienten ansiedad. Esto se debe a que en su casa, mientras crecían, aprendieron que cuando se alzaba la voz, la violencia venía a continuación. Lo que transmitimos a los niños con palabras, sirve para poco. Los niños aprenden con el ejemplo.
En el sistema Budista de enseñanza, una de las lecciones más importantes es la compasión. Desde su perspectiva, la compasión se define como el deseo de aliviar el sufrimiento de los demás. Al tratar de enseñar la idea de la compasión a los demás, hemos de reconocer que todos tenemos personas que nos gustan y otras que no. Hay personas que nos han dañado activamente, que incluso podríamos definir como enemigos; y hay otras hacia las que naturalmente sentimos compasión. Pero para que la compasión sea auténtica, debe ser universal, debe sentirse hacia todos los seres. Esto plantea dificultades para desarrollar un método de enseñanza, pero se les ocurrió un brillante enfoque.
En la cosmología Budista, la idea de la reencarnación es fundamental. Desde esa perspectiva, todos nos hemos reencarnado innumerables veces; tantas veces y en tantos lugares y condiciones que, cada persona en algún momento, ha sido una madre para nosotros. Por eso se dice que para desarrollar la compasión por alguien que no te importa, piensa en él como alguien que podría haber sido tu madre en una vida pasada. En Oriente, este enfoque tuvo éxito, debido a su veneración cultural por las madres.
Cuando el Budismo llegó a Occidente, muchos maestros encontraron dificultades con este enfoque. Muchos estudiantes occidentales tenían problemas desde la infancia con madres poco amables, que no eran cariñosas, distantes, incluso abusadoras. Así que cuando los estudiantes occidentales intentaban pensar en los demás como sus madres, no se producía necesariamente un sentimiento de compasión. En nuestra autoeducación, lo que, mayormente, tenemos que hacer es desaprender gran parte de lo que nos han inculcado.
De nuestros padres y de su entorno social, pasamos a la escuela. Anteriormente, Vic habló sobre las posibilidades de las instituciones educativas, como las escuelas Golden Link, pero estoy casi seguro de que ninguno de nosotros tuvo la oportunidad de ir a una escuela así. Aunque es posible que hayamos tenido, ocasionalmente, algún maestro excepcional, el entorno general de la competencia, la comparación, y la obediencia, basada en el miedo, eran la norma general. Esta es una de las principales influencias que ha condicionado nuestra forma de pensar.
Cuando iba a la escuela, participaba mucho en atletismo, y parte de mi formación, más útil para la vida, la obtuve de ese entorno. El deporte requiere el reconocimiento de nuestros límites, y de su superación, y la forma en que el entrenamiento deportivo vincula el cuerpo con la mente es muy importante. Cuando se hace bien, es un entrenamiento de la positividad, las emociones positivas y el esfuerzo cooperativo; también requiere el liderazgo mediante el ejemplo.
A lo largo de mis años en la ST, he tenido la oportunidad de estudiar y escuchar a algunas, verdaderamente, grandes personas. Desde mi punto de vista, hay una lección común que todos enseñan – cada uno lo dice a su manera y lo expresa de forma diferente -, pero la idea es que somos mucho más de lo que nos han hecho creer.
HPB decía: «La primera condición para llegar al autoconocimiento es ser profundamente conscientes de nuestra ignorancia, sentir con cada fibra del nuestro ser, que uno se autoengaña sin cesar. El segundo requisito es la convicción, aún más profunda, de que ese conocimiento intuitivo y cierto puede obtenerse con el esfuerzo. ” Esto expresa la idea de que continuamente vemos el mundo de forma equivocada. Igualmente importante es saber que, esta condición de la visión errónea, puede ser superada. Esto nos lleva al área de nuestra educación, de nuestra práctica. Si estamos aprendiendo a tocar un instrumento, o, el instrumento de nuestra consciencia, hay tres aspectos muy importantes.
En cualquier práctica, una comprensión clave es que va a llevar tiempo. Nos ha llevado toda una vida, o más, acumular los condicionamientos con los que tenemos que lidiar. Así que, es necesario entender que este proceso de autoeducación se producirá a lo largo del tiempo; no va a ser inmediato.
El segundo aspecto es el esfuerzo inteligente. Nos educamos a nosotros mismos sobre quien creemos que somos. En la Teosofía estudiamos sobre el alma, los planos de la Naturaleza, etc. Manteniendo habitualmente la atención, a lo largo del tiempo, llegamos a aplicar inteligentemente el esfuerzo que cambiará los límites condicionados dentro de que estamos acostumbrados a funcionar.
El tercer aspecto, y quizás el más importante, es la paciencia. Tenemos que ser más pacientes e indulgentes con nosotros mismos. Tropezaremos y caeremos muchas veces, pero nos levantaremos y seguiremos adelante. Cuando hablamos de «educación», su raíz tiene un significado importante. Significa conducir o sacar algo de dentro. Su sentido se centra en algo que ya está presente en nuestro interior. Lo que hay que sacar es la consciencia universal. Toda persona que abraza sinceramente un camino espiritual, se convierte, necesariamente, en un sanador. «Sanar» significa recuperar nuestra integridad. Si reconocemos que estamos fragmentados en muchos aspectos, y comenzamos con ese reconocimiento, entonces podemos llegar a recuperar nuestra integridad..
El proceso implica varios pasos sencillos. Comenzamos con el estudio, buscando información, que es útil, pero esto no es suficiente para transformar. Nos da ideas y nos lleva a un conocimiento, que se puede aplicar, pero la información, e incluso el conocimiento formal, no son transformadores. Así que, junto con el estudio, tenemos que experimentar. El Dalai Lama dijo, en una ocasión, que cada uno de nosotros tiene el mayor laboratorio experimental disponible: nuestra propia consciencia. Así que, experimentemos con tranquilidad.
En la educación que recibimos en la escuela y, probablemente, también de los padres, es raro que haya habido algún tipo de formación sobre cómo estar tranquilos. Pero sin esta habilidad estamos incompletos. Hasta que no alcancemos un cierto nivel de plenitud y quietud, estaremos a merced de nuestras emociones, que van y vienen, de nuestros pensamientos, que están en constante movimiento, y de nuestros cuerpos, que tienen sus exigencias.
Cuando empezamos a experimentar con la quietud, de forma regular e inteligente, notamos que empiezan a suceder cosas. La mayoría de las veces, cuando la gente está sentada en sus cojines, diría que está meditando, pero probablemente eso sea incorrecto. No es meditación, es practicar la meditación. Estamos relajando el cuerpo, centrándonos en la respiración, observando nuestros pensamientos y emociones, o estando más tranquilos. A medida que nos familiarizamos con este proceso, se hace realmente posible meditar de forma genuina, alcanzar el punto en el que no estamos ocupados con los pensamientos. Es entonces cuando tenemos momentos de verdadera percepción intuitiva, una percepción de la totalidad.
I. K. Taimni, creo que en La Ciencia del Yoga, da un ejemplo de percepción intuitiva. Nos pide que nos imaginemos caminando por un campo en una noche muy oscura. Sólo somos conscientes de nuestro inmediato inmediato. Imaginemos que, de repente, un relámpago ilumina todo el paisaje. Tras esta percepción, somos capaces de movernos por un terreno, que antes era oscuro y desconocido. En nuestro proceso de experimentación con la quietud, experimentaremos momentos en los que nos quedaremos profundamente tranquilos, en los que grandes ideas y visiones iluminarán momentáneamente nuestra conciencia, y de repente nos encontraremos funcionando a un nivel superior.
Este es un aspecto muy importante de este proceso: tenemos que comprometernos a aprender y experimentar con la quietud, y a estar más y más profundamente tranquilos. A medida que esto se convierte en algo habitual para nosotros, nuestra forma de ver cambia. La percepción de la totalidad, ver algo de la consciencia universal, es una antídoto, una cura para la fragmentación. Con este tipo de comprensión, nuestra propia presencia produce una sensación de plenitud en los demás.
En la Biblia leemos que «las oraciones de un hombre justo son poderosas». Es decir, las palabras, los pensamientos, la presencia de una persona, vinculada a la consciencia universal son poderosos. Es una especie de culminación de este proceso de autoeducación. A partir aquí, desarrollamos el propósito de que nuestro papel en este mundo es sanar. No se trata de un mero acto de voluntad personal, sino que se convierte en nuestra intención y necesidad continuas de volver a conectarnos con este sentido de totalidad, y de permitir que las energías de esta conexión fluyan a través de nosotros y tengan su efecto en el mundo. En esta condición, ya sea que estemos trabajando en la educación en una escuela, o una familia, nuestra presencia e influencia son poderosas.
Cada uno de nosotros ha nacido para llevar a cabo un trabajo específico que estamos aquí para hacer. Ese trabajo no está definido por una tarea concreta retribuida, el trabajo es hacer que este mundo se integre. Dondequiera que estemos, y cualquier tarea que tengamos entre manos, lo haremos con esta actitud mental. Aunque no busquemos resultados, podemos estar seguros de que todo lo que hagamos, toda causa, tiene su efecto.
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Algunas de las preguntas y respuestas, que siguieron a la charla anterior, dada por invitación de la Sección Brasileña de la Sociedad Teosófica el 31 de agosto de 2021:
P: ¿Cómo hacemos sonreír, y ser más feliz a un niño?
R: A veces buscamos métodos para manipular el mundo, pero siempre volvemos a «lo que eres habla tan alto, que la gente no oye las palabras que dices». Estimulamos la felicidad en los demás cuando nosotros mismos somos felices. Los niños tienden a sonreír mucho más fácilmente si no han sufrido demasiados traumas en sus vidas. No hace falta demasiado por nuestra parte, para producir cierto grado de felicidad. Se trata de compartir la felicidad que hay en nosotros.
P: La cita que nos dio de HPB, sobre nuestra incapacidad de vernos tal como somos, es similar a la definición que se encuentra en su Glosario Teosófico sobre avidya, o ignorancia: «(Sk. ) Opuesto a vidya, o Conocimiento. La ignorancia procede, y
es producida por la ilusión de los sentidos, o viparyaya. «¿Cómo podemos superar la ignorancia en nuestras vidas?
R: La pregunta principal es: «¿Cómo es que nos autoengañamos continuamente? «En el Yoga, se da la enseñanza de cómo obtener conocimiento del mundo. Enseña que hay órganos de conocimiento asociados a los cinco sentidos: oídos, nariz, ojos, lengua y piel. Todos estos órganos informan continuamente a la consciencia sobre el mundo en el que vivimos. Esa información, en el mejor de los casos, es parcial o limitada. Por ejemplo, un perro sabueso puede caminar por un lugar y distinguir claramente el olor de una persona que estuvo allí dos días antes. O hay insectos y animales cuyos ojos son capaces de percibir cosas a nivel de luz infrarroja o ultravioleta. Estas son sólo indicaciones de las limitaciones de la forma en que llegamos a conocer la realidad.
El «Diagrama de la Meditación» de HPB dice que uno de los aspectos de la meditación es la forma particular que tenemos de ver el mundo: «Tenemos que ver en cada ser encarnado sólo la limitación. Al principio tenemos que entrenar nuestra mente, para ver que la consciencia universal está continuamente limitada en su expresión. Este entrenamiento tiene como resultado final la forma en la que llegamos a ver el mundo–un descubrimiento de la Realidad. El gran místico, Rumi, decía algo que se relaciona con esto: «En el viento, cada hoja, cada ramita y rama de un árbol se mueve de forma diferente, pero todas están conectadas en la raíz».
El antídoto contra la separatividad es centrarse en la raíz.
P: ¿Cuál es el mayor reto que ha encontrado la Academia Teosófica de Adyar (ATA)?
A. Todo lo que vale la pena, requiere un esfuerzo. La ATA comenzó como una visión, o un sueño. En nuestro entusiasmo seguimos adelante y lo que descubrimos es que este proceso funciona de forma antiintuitiva. La idea básica es que una vez que nos comprometemos de verdad con algo, todas las oportunidades para realizar el objetivo de ese compromiso aparecen en formas que no prevemos. Hemos hecho nuestra planificación, hemos previsto estructuras y personas, hemos encontrado obstáculos y, de un modo u otro, se han resuelto. El gran filósofo y místico Goethe decía lo siguiente «Todo lo que puedas hacer, o sueñes que puedes hacer, comiénzalo; la audacia tiene genio, poder, y magia en si misma”. *
No se puede subestimar la importancia de trabajar juntos, de cooperar, porque la mayoría de nosotros vivimos en un mundo completamente roto, fragmentado, en el que hay una lucha constante, un grupo contra otro grupo, una ideología contra otra, una nación contra otra, una clase, etc. Tecnológicamente estamos enormemente avanzados, pero hay más fragmentación que nunca. Al observar, de hecho, lo que está sucediendo, es absolutamente esencial que cada uno de nosotros aprenda a cooperar. Posiblemente, no podamos trabajar juntos en nada, tanto si se trata de la nueva escuela, o de la relación con los demás, o de acabar con las monstruosas guerras. Si cada ser humano se aísla en una ideología, basando su vida en un principio, una disciplina, una creencia, un dogma, no puede haber cooperación. ¿Es posible derribar todos estos valores que se han creado deliberadamente contra los demás, si es que es posible, en absoluto, que el hombre llegue a ser libre?
- Krishnamurti
Public Talk 3, Saanen, Suiza, 11 de julio de 1968
The Theosophist, October 2021