H.P. BLAVATSKY
(Are Chela “Mediums”?, The Theosophist, junio 1884) [Artículo por H. P. Blavatsky]
Según la edición más reciente del Diccionario Imperial de John Ogilvie, L.L.D.: «Un médium es una persona a través de la cual, se dice que, la acción de otro ser se manifiesta o se transmite por medio del magnetismo animal o: es una persona a través de la cual se producen, según se afirma, manifestaciones espirituales; pero es, especialmente, alguien quien, según se supone, es capaz de comunicarse con los espíritus de los fallecidos.»
Los Ocultistas, no creyendo en ninguna comunicación con los «espíritus de los difuntos,» en la acepción ordinaria del término, por la simple razón de que ellos saben que los espíritus de los «muertos» no pueden descender a comunicarse con nosotros, ni descienden; y visto que, si el editor del Diccionario Imperial fuese un Ocultista, hubiera modificado la expresión: «por medio del magnetismo animal, » tomaremos en consideración sólo la primera parte de la definición de la palabra «Médium,» esto es: «un Médium es una persona a través de la cual, se dice que, la acción de otro ser se manifiesta o se transmite«; sin embargo, nos gustaría poder agregar: «por conducto de la voluntad consciente o inconscientemente activa del otro ser en cuestión.«
Sería extremadamente difícil encontrar en la tierra un ser humano que permanezca más o menos impermeable a la influencia del «magnetismo animal» o de la Voluntad activa (la cual emite ese «Magnetismo») de otro. Si el amado General, cabalgando al frente de su batallón se lanza a la batalla, los soldados llenos de entusiasmo lo seguirán, convertidos todos en «Médiums«; lo seguirán sin temor, precipitándose muchos de ellos hacia la muerte. A todos los anima un impulso común, cada uno se convierte en el «Médium» del otro, los cobardes se empapan de heroísmo y sólo aquél que no es un médium para nada y por lo tanto es inmune a las epidémicas o endémicas influencias morales, constituirá la excepción, entonces, afirmará su independencia y escapará.
El «predicador» que, desde el púlpito, expresa las incongruencias más absurdas, coordinará todo con acciones y lamentos suficientemente impresionantes para producir «un cambio de actitud» entre, por lo menos, la parte femenina de su congregación y si es un hombre poderoso, aun los escépticos «que participan por mofarse de él, se quedarán rezando.» La gente va al teatro y solloza o se desternilla de la risa, según si la representación es una pantomima, una tragedia o una farsa. No existe ningún ser humano, excepto aquél que es un verdadero estúpido, cuyas emociones y, consecuentemente, cuyas acciones, no puedan ser influenciadas de una forma u otra y, por lo tanto: la acción ajena se manifiesta y se transmite a través de él. Entonces, todos los hombres, las mujeres y los niños son Médiums y, quien no lo es, es un monstruo, un fracaso de la naturaleza; porque está fuera de los parámetros de la humanidad.
La definición del Diccionario Imperial no se puede considerar suficiente para expresar el sentido del término «Médium» en su acepción popular, si no le agregamos algunas palabras: «Según se dice, un médium es una persona a través de la cual la acción de otro ser se manifiesta y se transmite, en grado anormal, por medio de la voluntad consciente o inconscientemente activa del otro ser.» Esto reduce el número de «Médiums» en el mundo a un grado proporcional al espacio alrededor del cual trazamos la línea entre lo normal y lo anormal y sería también difícil establecer quién es un médium y quién no lo es; ya que esto implicaría decir dónde la
cordura termina y la insensatez empieza. Todo ser humano tiene sus pequeñas «debilidades» y cada individuo su pequeña «mediumnidad»; esto es: algún punto vulnerable mediante el cual se le puede coger desprevenido. Ciertamente: el primero no puede definirse un verdadero orate, ni el otro puede llamarse un «médium.» A menudo, las opiniones difieren en determinar si uno es un loco o no; lo mismo se puede decir acerca de su mediumnidad. Ahora bien, en la vida práctica, una persona puede ser estrafalaria, pero no se considera una demente hasta que su insensatez alcanza el grado en que no sabe lo que hace y, por lo tanto, es incapaz de cuidarse a sí misma o cumplir con sus compromisos.
Podemos extender la misma línea de razonamiento a los Médiums, diciendo que son médiums sólo los que permiten a otros seres que los influencien en la manera descrita, al grado que pierden su autocontrol y no tienen el poder o voluntad propia para regular sus acciones. Abandonar el autocontrol puede ser activo o pasivo, consciente o inconsciente, voluntario o involuntario y difiere según la naturaleza de los seres que ejercen dicha influencia activa sobre el médium.
Una persona puede someter, consciente y voluntariamente, su voluntad a otro ser, convirtiéndose en su esclavo. Es posible que este otro ser sea una persona y, entonces, el médium será su servidor obediente, el cual puede ser usado para el bien o el mal. En el caso de que este otro «ser» sea una idea, por ejemplo: el amor, la codicia, el odio, los celos, la avaricia o alguna otra pasión, el efecto en el médium será proporcional a la fuerza de la idea y al grado de autocontrol dejado en él. Es posible que este «otro ser» sea un elementario o un elemental y el pobre médium se convertirá en un epiléptico, un maníaco o un criminal. Si este «otro ser» es el principio superior del ser humano, ya sea a solas o relacionado con otro rayo del principio colectivo universal espiritual, entonces, el médium será un gran genio, un escritor, un poeta, un artista, un músico, un inventor y así sucesivamente. Es posible que este «otro ser» sea uno de esos seres sublimes llamados Mahatmas y al médium consciente y voluntario se le llamará su «Chela.»
Aunque una persona jamás haya oído en su vida la palabra «Médium,» puede serlo de forma muy poderosa a pesar de que esté inconsciente del hecho. Es posible que su medio ambiente visible o invisible influencie, más o menos, sus acciones. puede convertirse en una víctima de los Elementarios y de los Elementales, aun desconociendo el sentido de estas palabras y, consecuentemente, puede llegar a ser un ladrón, un asesino, un violador, un borracho y un degollador. A menudo, ha sido comprobado que los crímenes se convierten, frecuentemente, en epidemias. Además, mediante ciertas influencias invisibles, él puede ejecutar acciones totalmente incompatibles con su carácter previo: si es un gran mentiroso, alguna influencia invisible puede inducirlo, por una vez, a decir la verdad; si es una persona miedosa, en alguna gran ocasión y espontáneamente, puede ejecutar un acto heroico; si es un ladrón de la calle, un vagabundo, de repente puede actuar generosamente, etc.
Además, un médium puede conocer o no las fuentes de las cuales la influencia procede o en términos más explícitos: «la naturaleza del ser cuyas acciones se transmiten a través de él.» Es posible que esté bajo la influencia de su séptimo principio y se imagine que está comunicándose con un Jesucristo personal o un santo. Podría estar en relación con el rayo «intelectual» de Shakespeare y escribir poesía shakespeariana y, al mismo tiempo, imaginar que el espíritu personal del gran poeta escribe a través de él. Además: el simple hecho de que crea o no en esto, no influenciaría la calidad de su poesía. Algún Adepto podría influir sobre él para que escribiera un profundo tratado científico, mientras que él desconoce, completamente, la fuente de su inspiración o quizá se imagine que fue el «espíritu» de Faraday o Lord Bacon, el que estuvo
escribiendo a través de é, mientras en realidad, había estado actuando siempre como un «Chela,» sin saberlo.
Consecuentemente: el ejercicio de la mediumnidad consiste en el abandono, más o menos completo, del autocontrol. Lo que determina si este ejercicio es bueno o malo, es el uso al cual se aplica y el propósito con el cual se hace. Esto depende, nuevamente, del grado de conocimiento que la persona mediúmnica posee con respecto a la naturaleza del ser a cuyo cuidado entrega, voluntaria o involuntariamente y por un cierto lapso, la tutela de sus poderes físicos o intelectuales. Una persona que encomienda, indistintamente, esas facultades a la influencia de cada poder desconocido, es, indudablemente, un «chiflado»; y no puede considerarse menos insensato del que entregara su dinero y cosas de valor al primer desconocido o vagabundo que se lo pidiera. De vez en cuando encontramos personas del género, aunque son relativamente raras y reconocibles por su mirada fija, idiota y el fanatismo con que se aferran a su ignorancia. Hay que sentir lástima por ellas sin culparlas y, si fuese posible, se debería desengañarlas en lo referente al albur que corren. Después de una debida consideración de lo antedicho, al lector le corresponderá, decidir, independientemente, si puede considerarse como un «Médium,» en el sentido vulgar del término, a un Chela que consciente y voluntariamente presta, por un lapso, sus facultades mentales a un ser superior que conoce y en cuya pureza de intención, honestidad de propósito, inteligencia, sabiduría y poder, confía plenamente.