Isis Sin Velo y El Visishtadwaita

H.P. BLAVATSKY

Publicado originalmente en “The Theosophist” de Enero 1886

CORRESPONDENCIA

Señor, en el número de Octubre de nuestra revista, «R.P.» trata de probar que en el libro «Isis sin Velo» enseñé, sustancialmente, la doctrina Visishtadwaita; sin embargo discrepo con este punto de vista. Estoy consciente del hecho de que «Isis sin Velo» dista mucho de ser la obra completa que hubiera podido resultar si el mismo material lo hubiese redactado una persona más erudita. Vale la pena agregar que como trabajo literario carece de simetría y, quizá, de vez en cuando, de exactitud. Pero tengo algunas excusas para todo esto: fue mi primer libro en un idioma que no era mi lengua madre y, por lo tanto, no tenía la costumbre de escribir en él. Además, el inglés era un idioma con el cual, ciertos filósofos asiáticos que me auxiliaron, tenían muy poca familiaridad y, finalmente, el Coronel Olcott, que revisó el manuscrito, colaborando desde el principio, en 1875-1876, ignoraba, casi por completo, la Filosofía Aria y, por lo tanto, no podía detectar ni rectificar, los errores que yo podía fácilmente cometer cuando expresaba mis pensamientos en inglés. No obstante lo antedicho, opino que la crítica de «R.P .» es errónea.

Si me equivoqué porque no enfaticé la distinción entre un Dios Impersonal o Parabrahm y un Dios Personal, tampoco me confundí al grado de que permuté, completamente, el uno por el otro. Las páginas 2, 216-17 del primer volumen de Isis sin Velo y la 153 del segundo volumen (versión inglesa original), de las cuales se vale «R.P.» en su crítica, no representan mi doctrina; sino las ideas de otros autores. Las primeras dos son una cita entresacada de Manu, mostrando la respuesta que un brahman y un budista letrados darían a la afirmación del profesor Max Müller, según la cual, Moksha y Nirvana significan aniquilación. Mientras en la página 153 del segundo volumen, se encuentra una defensa y una explicación del sentido esotérico de la Biblia, desde el punto de vista de un místico cristiano. Es obvio que esto tendría visos de Visishtadwaítismo que, análogamente al Cristianismo, adjudica atributos personales al Principio Universal. En lo que concierne al prefacio de la página 2, podemos decir que, aun cuando se lee literalmente, refleja sólo mi opinión personal y no la Doctrina Esotérica. Siendo una escéptica en mi juventud, busqué y obtuve, mediante los Maestros, la plena confirmación de la existencia de un principio, (no un Dios Personal), «un océano ilimitado e insondable» del cual mi «alma» era una gota. Al igual que los Adwaitas, no hice ninguna distinción entre mi Séptimo Principio y el Espíritu Universal o Parabrahm, ni creo en un espíritu individual recluído dentro de mí, como algo separado del entero. Como prueba de lo antedicho, lean mi observación sobre «la omnipotencia del espíritu inmortal del ser humano», la cual sería un absurdo lógico si se basara en alguna teoría de separación egoísta. El error que cometí fue que, en toda la obra usé, indistintamente, la palabras Parabrahm y Dios para expresar la misma idea: seguramente un pecado venial, cuando uno se percata de lo limitado que es el idioma inglés, al grado de que, aun ahora, estoy usando una palabra sánscrita para expresar una idea y el inglés para otra. Que sea Adwaita ortodoxo o no, como ocultista y valiéndome de la autoridad de la Doctrina Secreta, sostengo que el espíritu del ser humano, aun cuando se sumerge enteramente en Parabrahm y aunque no sea individual por sí, preserva su individualidad distinta en Paranirvana, debido a la acumulación de los agregados o skandhas que han sobrevivido de las facultades superiores de Manas después de cada fallecimiento. Después de la muerte de cada personalidad a lo largo de las líneas de renacimientos, las aspiraciones más espirituales, es decir, superiores y más divinas de cada personalidad, siguen a Buddhi y al Séptimo Principio en Devachan (Swarga), convirtiéndose en parte integrante de la Mónada. La personalidad desaparece, disipándose antes de que ocurra la evolución de la nueva personalidad que sale del Devachan, renaciendo; sin embargo, la individualidad del espíritu-alma (ay y de nuevo ay, ¡qué se puede hacer con este inglés!), se preserva hasta el final del gran ciclo (Maha-Manwantara), cuando cada Ego entra en Paranirvana o se sumerge en Parabrahm. Para nuestra comprensión de talpas, el espíritu humano se pierde, entonces, en el Espíritu Uno, así como la gota de agua en el océano no se puede detectar ni recuperar. En efecto no es así en el mundo del pensamiento inmaterial, cuya relación con el pensamiento humano dinámico es comparable al poder visual del microscopio más poderoso concebible y la vista de un ser semiciego. Sin embargo, este es un símil muy insuficiente; ya que la diferencia es inexpresable en términos de sistema métrico. A pesar de lo largo que la «noche de Brahma» o aun el Pralaya Universal (no el local, que afecta sólo a un grupo de mundos) pueda ser, cuando ésta termine, la misma Mónada individual Divina vuelve a empezar su majestuoso sendero evolutivo, aunque en una cadena de tierras superiores y cien veces más perfecta y más pura que anteriormente, llevando consigo toda la esencia de las espiritualidades compuestas por sus previos e innumerables renacimientos. Por lo tanto: lo antedicho demuestra que estos «espíritus» o unidades Parabrhámicos y Paranirvánicos tienen y deben conservar sus individualidades divinas y (no humanas). No hay que olvidar que la evolución espiral es dual y que el sendero de la espiritualidad gira, como un sacacorchos, dentro y alrededor de la evolución fisica, semifísica y suprafísica. Me estoy enfrascando en detalles que es mejor dejarlos a la plena consideración que su importancia se merece y que le otorgaremos en mi inminente libro: «La Doctrina Secreta».

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