UNA PUBLICACION POSTUMA

H.P. BLAVATSKY

Editado originalmente en “The Theosophist” de Julio 1881

Nos llena de ilusión poder presentar a nuestros lectores, el primero de una serie de escritos inéditos del difunto Eliphas Levi (Abate Louis Constant), uno de los grandes maestros occidentales de las ciencias ocultas de nuestro siglo.
Era un ex sacerdote católico que las autoridades eclesiásticas romanas expulsaron, porque no toleran ninguna creencia en Dios, en el Diablo o en la Ciencia que trascienda el angosto círculo de su dogma circunscrito y que maldicen toda alma aplastadora de credo, la cual logra cortar este lazo mental. «Al aumentar el conocimiento, la fe disminuye proporcionalmente, motivo por el cual, los que saben más, siempre creen menos», dijo Carlyle. Eliphas Levi tenía un vasto conocimiento, más amplio que los pocos privilegiados, hasta entre los místicos más grandes de la Europa moderna; por eso la multitud ignorante lo detractó. Fue el autor de estas palabras ominosas: «El descubrimiento de los grandes secretos de la verdadera religión y de la ciencia primitiva de los magos, que revelan al mundo la unidad del dogma universal, aniquilará el fanatismo, explicando y mostrando la razón científica de cada milagro»; así, este párrafo, selló su destino. El fanatismo religioso lo persiguió por no creer en el milagro «divino»; el materialismo empedernido por usar la palabra «milagro» y «prodigio» y la ciencia dogmática por tratar de explicar lo que ésta aun no podía aclarar y en que, entonces, no creía. El autor de «El Dogma y el Ritual de la Alta Magia», «La Ciencia de los Espíritus» y «La Clave de los Grandes Misterios», murió en la indigencia, análogamente a sus famosos antecesores en las artes ocultas: Cornelio Agripa, Paracelso y muchos más. De entre todas las partes del mundo, Europa es la que lapida sus verdaderos profetas de forma más cruel, mientras los falsos la cabestrean de manera más exitosa.

Europa está dispuesta a postrarse frente a cada ídolo, siempre que alabe sus hipótesis preconcebidas favoritas, enfatizando y proclamando, sonoramente, su inteligencia superior. La Europa cristiana es capaz de creer en los milagros divinos y demoniacos y en la infalibilidad de un libro, que ella misma condenó, pletórico de leyendas antiguas y desacreditadas. La Europa espiritista caerá en arrobamiento ante un Eidolon (fantasma humano) de un médium, cuando no es una sábana o una máscara torpe, permaneciendo firmemente convencida de la realidad de la aparición de los espectros y los espiritus de los muertos. La Europa científica escarnecerá a los cristianos y a los espiritistas, destruyendo todo. sin edificar nada, limitándose a preparar arsenales de materIales con los cuales no sabe, en la mayoría de los casos, qué hacer con ellos y cuya naturaleza interna es aun un misterio para ella. Entonces, estas tres Europas, que sólo concuerdan en estar en desacuerdo, combinarán sus esfuerzos para degradar una ciencia venerable y la antigua sabiduría, la única ciencia capaz de hacer la religión científica y la ciencia religiosa y disipar, de la Inteligencia humana, las densas telarañas de la Altivez y la Superstición.

El siguiente artículo nos lo facilitó un miembro estimado de la Sociedad Teosófica y discípulo de Eliphas Levi; el cual, habiendo perdido un amigo querido que se había suicidado, quiso que el gran maestro de la ciencia oculta expusiera sus ideas sobre el estado del alma del felo-de-se (suicida). El cumplió con el pedido y, con el cortés permiso de su discípulo, nos preparamos a traducir ya publicar el manuscrito. Estamos siempre dispuestos a dar una respetuosa atención a la enseñanza de un Cabalista tan erudito, aunque, personalmente, distamos mucho de concordar con todas sus opiniones: ya que, habiendo sido un sacerdote, jamás pudo liberarse, hasta su llltimo día, de ciertas ideas teológicas preconcebidas. Análogamente a Agripa y, hasta cierto punto, a Paracelso, el Abate Constant puede definirse un Cabalista bíblico o cristiano, aunque, desde su punto de vista, Cristo era más un ideal que un Hombre-Dios vivo o un personaje histórico. Si Moisés y el Cristo verdaderamente existieron, según él eran iniciados humanos en los misterios arcanos. Jesús era el tipo de la humanidad regenerada, el principio divino que se manifiesta bajo una forma humana sólo para probar la divinidad del género humano.
Eliphas Levi critica enfáticamente el misticismo de la iglesia oficial, que trata de absorber lo humano en la naturaleza divina de Cristo, por lo tanto, Levi es, más que todo, un Cabalista Judío. Aunque estuviéramos dispuestos a alterar o a rectificar las enseñanzas de este gran maestro de Ocultismo, sería sumamente injusto hacerlo ahora; ya que, no estando más con nosotros, no podría defenderse ni explicar su posición. Dejamos la ínfima tarea de patear a los muertos y a los leones murientes, a los burros, que son los difamadores voluntarios de todas las reputaciones atacadas. Por lo tanto, aunque no concordemos con todos sus puntos de vista, damos nuestra aquiescencia al veredicto del mundo letrado, según el cual Eliphas Levi era uno de los escritores más hábiles, eruditos e interesantes, sobre estos temas tan recónditos.

EL ESTADO DESPUES DE LA MUERTE DE UN SUICIDA

POR ELIPHAS LEVI (EXTRACTO DE UNA CARTA INEDITA)

Entre las acciones pecaminosas, la muerte voluntaria es la más irredimible; siendo, también, el crimen inexcusable, debido al esfuerzo meticuloso que se necesita para cumplirlo. El suicidio es el resultado de la debilidad que, al mismo tiempo, exige una gran fuerza mental. Puede ser inspirado por la devoción y también por el egoísmo; pero, a menudo, procede de la ignorancia. Si los seres humanos supieran qué clase de solidaridad los vincula mutuamente; ya que viven en los demás, así como los otros, viven en ellos, se regocijarían, en lugar de quejarse, en descubrir que en su vida se les depara una cantidad doble de sufrimiento; porque, conscientes de la ley inmutable del equilibrio y de la armonía universales, se percatarían de la cantidad doble de felicidad que, también, les corresponde. Por lo tanto, estarían menos dispuestos a renunciar al precio del trabajo, bajo el pretexto que es demasiado duro. Siento sincera lástima por su desdichado amigo, aunque estas palabras aliviadoras deberían dirigirse a él ya todos los suicidas: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

Se me pregunta qué se puede hacer para auxiliar a esta alma doliente. Es cierto que jamás le aconsejaré a usted, acudir a la iglesia para su consuelo, la cual, si bien no prohibe la esperanza, considera al suicida como uno eternamente despojado de la comunión de los santos y sus leyes rigurosas la obligan a condenarlo para siempre. Usted puede ayudar al pobre desertor de la vida «rezando»; pero esta oración debe ser de acción y no de palabras. Averigue si dejó algo en vilo o si pudiera haber hecho más bien en la vida de lo que hizo y trate de cumplir estas acciones por él y en su nombre. (1) Entregue limosnas en su nombre, sin embargo, hágalo de forma inteligente y delicada; ya que éstas fructifican sólo si usted ayuda a los minusválidos y a los ancianos, los que no pueden trabajar. Además, el dinero dedicado a la caridad debería servir como estímulo para el trabajo sin que favorezca la desidia. Si esta alma desgraciada le mueve tanto a compasión y siente una gran simpatía por ella, este sentimiento procede de lo alto y usted se convertirá en la providencia y la luz de esa alma. Podríamos decir que subsistirá de su vida intelectual y moral recibiendo, en la gran oscuridad en la cual se precipitó por su acción, ninguna otra luz que no sea el reflejo de los buenos pensamientos de usted en favor de ella.

Sin embargo, sepa que, al establecer entre su persona y el espíritu sufrido, un vínculo de unión tan especial, se expone al riesgo de sentir el reflejo de un dolor análogo. Puede ser que experimente una gran tristeza; las dudas le asaltarán, haciéndole sentir un gran desaliento. Ese pobre ser que usted adoptó, puede, quizá, causarle la misma agonía que, el niño que está por nacer, hace experimentar a su madre. Este símil es tan exacto, que nuestros antecesores en la sagrada Ciencia (el Ocultismo), han dado el nombre de Embrionamiento a esa filiación de almas dolientes. En mi trabajo: «La Ciencia de los Espíritus» toco este tema; pero, ya que la cuestión le concierne a usted personalmente, trataré de aclarar la idea.

El suicida puede compararse a un loco que, a fin de evitar la labor, corta sus manos y pies, forzando los demás a cumplir con el trabajo para él. Se ha despojado de sus miembros físicos antes de que sus órganos espirituales fueran formados. En tal estado, la vida se le hace imposible; pero lo que es aun más imposible es el aniquilarse prematuramente. Si es tan afortunado de encontrar una persona suficientemente devota que le ofrezca un refugio, él vivirá a través y mediante la vida de ella, no como los vampiros, sino conforme a los embriones, los cuales se alimentan de la sustancia materna sin disminuirla; ya que la naturaleza abastece lo consumido y da mucho a los que gastan una gran cantidad. El niño, en su estado prenatal, está consciente de su existencia y ya manifiesta su voluntad moviéndose de manera independiente sin la dirección de la voluntad de la madre, causándole, hasta, dolor.

El niño no se percata de los pensamientos de la madre y ella desconce los sueños de su prole. Ella está consciente de dos existencias, pero no de dos almas distintas en su interno; ya que son una, en su sentimiento de amor y, el nacimiento del infante, no separa a las almas como acontece con los dos cuerpos; sino que sólo les da, si puedo usar la expresión, una nueva polarización (como los dos extremos de un imán). Lo mismo acontece con la muerte, que es nuestro segundo renacimiento.

La muerte no separa; sino sólo polariza las dos almas cuyo apego terrenal mutuo era sincero. Las almas que se han desenmarañado de sus cadenas terrestres, elevan nuestra alma hacia ellas; en cambio, nuestras almas pueden atraerlas hacia abajo, (2) donde estamos nosotros, mediante un poder parecido al de un imán.

Sin embargo, las almas pecadoras sufren dos clases de torturas. Una: es el resultado de su imperfecto desenredo de los lazos terrenales, que las tienen encadenadas a nuestro planeta; la otra: es la carencia de un «imán celestial» (3), que le corresponde a esas almas que, en un momento de desesperación, han violentamente cercenado la cadena de la vida y, con ello, de su equilibrio. Como consecuencia, deben permanecer en un estado de absoluta impotencia hasta que una generosa alma encarnada quiera, voluntariamente, compartir su magnetismo y su vida; ayudándoles, en el tiempo, a entrar de nuevo en la corriente de la vida universal, proveyéndoles la polarización necesaria.

Usted sabe lo que esa palabra quiere decir, la tomé prestada de la astronomía y de la ciencia física. Las estrellas tienen polos opuestos y análogos, los cuales determinan la posición de su eje, lo mismo acontece con ímanes naturales y artificiales. La ley de polarización es universal y gobierna tanto el mundo de los espíritus como el de los cuerpos físicos.

NOTAS

(1) La teoría cabalista es la siguiente: un ser humano tiene a su disposición un cierto número de años, días y horas para vivir en la tierra y ni un minuto más del período que el hado le otorga. En cualquier momento en que el Ego se libere, consciente e intencionalmente de su cuerpo, antes de la hora establecida, deberá aun vivir como alma doliente desencamada. El Ego o el alma individual sensible, no puede deshacerse de la atracción terrenal, por eso debe vegetar y sufrir en la tierra, todos los tormentos del infierno mítico. Se convierte en un Espíritu Elementario y cuando suene la hora para la liberación, el alma, no habiendo aprendido nada y habiendo perdido, durante su tortura mental, el recuerdo de lo poco que sabía en la tierra, es violentamente catapultada fuera de la atmósfera terrenal y vaga a la deriva, víctima de la corriente ciega que la obliga en alguna nueva reencarnación que el alma es incapaz de seleccionar, mientras que, si la situación hubiese sido distinta, hubiera podido escoger con la ayuda de sus acciones buenas [ . . . ]
(2) Sería un error extrapolar, de lo antedicho, que Eliphas Levi creía en el llamado Espiritismo. El se burló de la teoría espiritualística y espiritista del retorno en la tierra, en una forma objetiva o materializada, de las almas desencarnadas o espírítus. El enseñó la doctrina cabalística de la intercomunicación subjetiva entre los espíritus encamados y desencarnados y la mutua influencia que estas almas ejercen; por lo tanto, él limita tal influencia a efectos puramente psicológicos y morales, cuya duración es proporcional al período en que el alma pura dormita en su estado transitorio en e1 éter o al que el alma pecaminosa (Espíritu Elementario) está vinculada en las regiones terrenales.
(3) En este caso, imán celestial indica esas «alas» espirituales, (la ausencia de acciones y pensamientos pecaminosos que se supone posean un peso material), la cual es la única capaz de llevar el Alma desencarnada a regiones superiores o mejor dicho, más puras.

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