H.P. BLAVATSKY
(What is Theosophy?, The Theosophist, oct. 1879) [Artículo por H. P. Blavatsky]
Esta pregunta es tan consuetudinaria y las ideas erróneas al respecto son tan prevalecientes, que los editores de una revista dedicada a la divulgación de la Teosofía en el mundo serían negligentes, si en el primer número publicado, no consideraran estas cuestiones. Sin embargo, el título implica dos interrogantes más, a las cuales contestaremos debidamente, éstas son: ¿Qué es la Sociedad Teosófica? y ¿Qué son los Teósofos?
Según los lexicógrafos: al término theosophia lo componen dos palabras griegas: theos, «dios» y sophos, «sabio.» Hasta aquí está correcto. Sin embargo, las siguientes explicaciones distan mucho de impartir una idea clara de la Teosofía. Webster la define de manera muy original como: «una presunta relación con Dios y los espíritus superiores, permitiendo, entonces, el alcance del conocimiento superhumano mediante procesos físicos, véase las operaciones teúrgicas de algunos antiguos platónicos o los procesos químicos de los filósofos del fuego alemanes.»
Esta es, en pocas palabras, una explicación insuficiente e impertinente. Atribuir tales ideas a seres como Ammonius Saccas, Plotino, Jamblico, Porfirio y Proclo, implica una interpretación errónea intencional o la ignorancia de Webster en lo que concierne a la filosofía y a los motivos de los genios más grandes de la Escuela alejandrina más reciente. Al achacar un propósito de desarrollar sus percepciones psicológicas y espirituales mediante «procesos físicos,» a aquellos que, tanto sus contemporáneos como la posteridad, definieron «theodidaktoi,» instruídos por dios, implica considerarlos unos materialistas. En lo que concierne al golpe final asestado a los filósofos del fuego, ésto rebota de ellos para repercutir entre nuestros científicos más eminentes, aquellos en cuyas bocas el Reverendo James Martineau coloca la siguiente frase jactanciosa: «todo lo que queremos es la materia, danos exclusivamente átomos y explicaremos el universo.»
La siguiente definición de Vaughan es mejor y más filosófica: «Un Teósofo es aquel que presenta una teoría de Dios o de las obras de Dios, destituida de revelación, en cuanto estriba en una inspiración propia.» Según este punto de vista, cada gran pensador y filósofo, especialmente todo fundador de una nueva religión, escuela de filosofía o secta es, necesariamente, un Teósofo. Por lo tanto, el binomio Teosofía y Teósofos existió desde que la primera vislumbre de pensamiento incipiente indujo al ser humano a buscar, instintivamente, los medios para expresar sus opiniones independientes.
Los Teósofos anteceden a la era cristiana, a pesar de que los escritores cristianos atribuyen el desarrollo del sistema teosófico Ecléctico al primer período del tercer siglo de su Era. Diógenes Laetius hace remontar la Teosofía a una época anterior a la dinastía de los Ptolomeos y menciona como su fundador a un Hierofante egipcio llamado Pot-Amum, patronímico copto que significa un sacerdote consagrado a Amun, el dios de la Sabiduría. Sin embargo, la historia muestra que, Ammonius Saccas, el fundador de la escuela neoplatónica, fue el revividor de la Teosofía. El y sus discípulos se denominaron «Philalethian,» amantes de la verdad, mientras otros los llamaban «Analogistas,» debido a su método interpretativo empleado en todas las leyendas sagradas, los mitos y los misterios simbólicos, el cual se basaba en la analogía y la correspondencia. Por lo tanto, los eventos ocurridos en el mundo externo los consideraban como la expresión de las operaciones y de las experiencias del alma humana. Ammonius se proponía reconciliar todas las sectas, la gente y las naciones bajo una fe común: una creencia en un Poder Supremo, Eterno, Incognoscible e Innominado, que gobernaba el Universo por medio de leyes inmutables y eternas. Su objetivo consistía en probar un sistema teosófico primitivo que, en sus albores, era esencialmente similar en todos los países, inducir a cada ser a abandonar sus altercados y disputas, uniéndose en propósito y pensamiento como los niños de una misma madre y purificar las antiguas religiones, paulatinamente corrompidas y opacadas por la escoria del elemento humano, ensamblándolas y explicándolas recurriendo a principios puramente filosóficos. Por lo tanto, en la Escuela Teosófica Ecléctica, se enseñaban los sistemas buddhistas, vedánticos, de los magos o zoroastrianos, en concomitancia con todas las filosofías griegas, razón por la cual entre los antiguos teósofos alejandrinos se denotan las características, preeminentemente buddhistas e hindúes, del respeto hacia los padres y los ancianos, un cariño fraterno para toda la raza humana y aún un sentimiento compasivo en favor de todos los animales. Ammonius, mientras trataba de establecer un sistema de disciplina moral que infundiera en la gente el deber de vivir conforme a las leyes de sus respectivos países, fomentando sus mentes mediante la búsqueda y la contemplación de la Verdad Absoluta única, su objetivo principal, que según creía, hubiera facilitado el alcance de los demás, consistía en educir, de las varias enseñanzas religiosas, como de un instrumento multicuerda, una completa armonía melodiosa que resonara en cada corazón amante de la verdad.
Por lo tanto, la Teosofía es la arcaica Religión-Sabiduría, la doctrina esotérica un tiempo familiar en todo país antiguo considerado civil. Según nos muestran todas las escrituras antiguas, esta «Sabiduría» era una emanación del Principio divino cuya clara comprensión está representada en nombres como el hindú Buddh, el babilonio Nebo, el egipcio Thoth, el griego Hermes y también en los patronímicos de algunas diosas: Metis, Neitha, Atena, la Sophia gnóstica y finalmente los Vedas, cuyo nombre deriva del verbo «conocer.» Todos los antiguos filósofos orientales y occidentales, los hierofantes egipcios, los rishis de Aryavarta y los theodidaktoi griegos incluían, bajo esta designación, el conocimiento completo de las cosas ocultas y esencialmente divinas. Al Mercavah de los Rabinos judíos, las series seculares y populares, se le designaba simplemente como el vehículo, el recipiente externo que contenía el conocimiento esotérico. Los Magos de Zoroastro recibían su instrucción e iniciación en las cuevas y en las logias secretas de Bactria, los hierofantes egipcios y griegos tenían sus apporrheta o discursos secretos durante los cuales el Mysta llegaba a ser un Epopta: un Vidente.
Según la idea central de la Teosofía Ecléctica: existe una única Esencia Suprema, Desconocida e Incognoscible. Desde luego: «¿cómo puede uno conocer al conocedor?» pregunta el Brihadaranyaka Upanishad. Tres aspectos distintos caracterizaban el sistema de la Teosofía Ecléctica: la teoría de la Esencia susodicha, la doctrina del alma humana, una emanación de la primera, compartiendo con ella la misma naturaleza y su teurgia, ciencia que ha contribuido, en nuestra era de ciencia materialista, a la interpretación tan errónea de los neoplatónicos. La teurgia es, esencialmente, el arte de aplicar los poderes divinos humanos a fin de subordinar las fuerzas ciegas de la naturaleza; por lo tanto, sus devotos fueron objeto de burla, tildándolos, en primer lugar, de magos, una distorsión del término «Magh» que significa sabio o erudito. Los escépticos del siglo pasado se hubieran equivocado de manera análoga si hubiesen escarnecido la idea de un fonógrafo o de un telégrafo. Por lo general, los seres ridiculizados y motejados como «infieles» de una generación, se convierten en los sabios y los santos de la siguiente.
En lo que concierne a la esencia Divina y a la naturaleza del alma y del espíritu, la creencia de la Teosofía moderna corresponde a la creencia de la Teosofía de antaño. El Diu popular de las naciones arianas era idéntico al Iao caldeo, hasta al Júpiter del romano menos erudito y filosófico, al Jahve de los samaritanos, al Tiu o «Tiusco» de los nórdicos, al Duw de los bretaños
y a Zeus de los tracios. En lo que atañe a la Esencia Absoluta, el Uno y el todo, ésta nos conducirá al mismo resultado ya que se acepte, al respecto, la filosofía pitagórica griega, caldea cabalística o la ariana. La Mónada Primordial del sistema pitagórico, la cual se retira a la oscuridad y es Oscuridad (para el intelecto humano), constituye el cimiento de todas las cosas; idea ésta que es posible encontrar en los sistemas filosóficos de Leibnitz y Spinoza en su integridad. Por lo tanto, si un teósofo concuerda con cualquiera de los siguientes conceptos, éstos nos pueden conducir a la Teosofía pura y absoluta. Nombraremos la Cábala que, hablando de En-Soph, somete la interrogante: ¿quién puede comprenderlo dado que es informe e Inexistente?» Incluiremos el magnífico himno del Rig Veda (número 129, Libro 10):
«¿Quién sabe de donde emergió esta gran creación? Si su voluntad la creó o se quedó silenciosa. El lo sabe o tal vez, tampoco El lo sepa.»
Mencionaremos la concepción vedántica de Brahma, cuya representación en los Upanishads es «sin vida, sin mente, puro» e inconsciente, ya que Brahma es «Conciencia Absoluta» y, al final, citaremos los Svabhâvikas de Nepal según los cuales hay únicamente «Svabhâvâta» (substancia o naturaleza) que existe por sí sola sin ningún creador. Esta es la Teosofía que instó a hombres como Hegel, Fichte y Spinoza a estudiar las obras de los antiguos filósofos griegos y a especular sobre la Substancia Unica, la Deidad, el Todo Divino procedente de la Sabiduría Divina que toda filosofía moderna o religiosa consideró incomprensible, desconocido e innominado, excepción hecha por el cristianismo y el mahometismo. Entonces, cada teósofo, ateniéndose a una teoría de la Deidad “desprovista de revelación y cuya base es una inspiración propia,» puede aceptar cualquiera de las definiciones anteriores o pertenecer a cualquiera de estas religiones, permaneciendo en las lindes de la Teosofía, ya que ésta es la creencia en la Deidad como Todo, la fuente de toda existencia, el infinito que no puede comprenderse ni conocerse, únicamente el universo Lo revela, mientras algunos prefieren decir «revela a El,» atribuyéndole entonces un pronombre masculino personal, antropomorfizándolo, lo cual es una blasfemia. En verdad, la teosofía rehuye la materialización brutal prefiriendo creer que el Espíritu de la Deidad, recogido en sí desde la eternidad, no desea ni crea. Sin embargo, lo que produce todas las cosas visibles e invisibles irradiando de la efulgencia infinita del Gran Centro, es simplemente un Rayo que contiene en sí el poder generador y conceptivo que, a su vez, produce lo que los griegos llamaban Macrocosmos, los cabalistas Tikkun o Adam Karmon, el hombre arquetipo y los arianos Purusha, El Brahm manifestado o el Macho Divino. La teosofía cree también en la Anastasis o existencia permanente y en la transmigración (evolución) o una serie de cambios en el alma,1 abogables y explicables valiéndose de principios filosóficos rigurosos; y sólo distinguiendo entre Paramâtma (alma transcendental suprema) y Jivâtmâ (alma animal o consciente) de los vedantinos.
A fin de dar una definición exhaustiva de la Teosofía, debemos considerarla bajo cada uno de sus aspectos. El mundo interior no ha sido ocultado a todos por una obscuridad impenetrable. Algunas veces, en cada era y en cada país, el ser humano ha podido percibir las cosas en el mundo interior o invisible mediante esa intuición superior adquirida por la Teosofía o la sapiencia de Dios, la cual trasladaba la mente del mundo de la forma a aquel del espíritu informe. Por lo tanto, aunque el «Samadhi» o Dyan Yog Samadhi de los ascéticos hindúes, el «Daimonion- photi» o iluminación espiritual de los neo-platónicos, la «confabulación sideral del alma» de los rosacruces o filósofos del fuego y los trances extáticos de los místicos y de los mesmeristas y espiritistas modernos, varíen en su manifestación, son idénticos en naturaleza. La búsqueda del «ser» más divino en el hombre, que a menudo se ha interpretado tan erróneamente como una comunión individual con un Dios personal, era el objetivo de todo místico. Además, creer en su posibilidad parece remontarse al génesis de la humanidad, aunque cada pueblo le ha dado un nombre diferente. Así, Platón y Plotino llaman «trabajo Noético» lo que el Yogui y el Shrotiya definen Vidya. Según los griegos: «Mediante la reflexión, el autoconocimiento y la disciplina intelectual, el alma puede elevarse a la visión de la verdad, la bondad y la belleza eternas, o sea la Visión de Dios, ésta es epopteia.» Porfirio dice: «A fin de unir el alma con el Alma Universal, es menester sólo una mente perfectamente pura. A través de la autocontemplación, la castidad perfecta y la pureza del cuerpo, podemos acercarnos más a Ella, recibiendo, en ese estado, el verdadero conocimiento y una iluminación maravillosa. Swami Dayanand Saraswati, un profundo erudito védico que no ha leído a Porfirio ni a otros autores griegos, en su Veda Bháshya (opasna prakaru ank. 9), dice: «Para obtener Diksh (la iniciación más elevada) y Yog, se debe practicar en conformidad con las reglas […] El alma en el cuerpo humano puede ejecutar los milagros más grandes conociendo al Espíritu Universal (o Dios) y familiarizándose con todas las propiedades y las cualidades (ocultas) de cada cosa en el universo. Así, un ser humano (un Dikshit o un iniciado), puede adquirir un poder de ver y oír a larga distancia.» Finalmente, Alfred R. Wallace, F.R.S., (Miembro de la Sociedad Regia), un espiritista y también un gran naturalista declarado, con impávido candor dice: «Es únicamente el ‘espíritu’ que siente, percibe, piensa, adquiere conocimiento, razona y aspira […] no es atípico que en individuos dotados de cierta constitución, el espíritu pueda percibir independientemente de los órganos de los sentidos corporales o sea capaz, completa o parcialmente, de abandonar su cuerpo por un momento, volviendo a éste después […]; el espíritu […] se comunica más fácilmente con el espíritu que con la materia.» Actualmente, podemos ver como, después de un lapso de millares de años entre la edad de los gimnosofistas2 y nuestra era, altamente civilizada, más de veinte millones de personas creen en esos mismos poderes espirituales, si bien bajo una forma distinta de la que creían los Yoguis y los pitagóricos hace casi tres mil años. Quizá esto dependa de tal iluminación que infunde su luz radiante en los reinos tanto psicológicos como físicos de la naturaleza. Por ende, al igual que el místico ariano alegaba poseer el poder de solucionar todos los problemas de la vida y de la muerte, una vez obtenida la habilidad de actuar independientemente de su cuerpo a través de Atmân «ser» o «alma» y los antiguos griegos buscaban a Atmu, el Escondido o el Alma-Dios del ser humano con el espejo simbólico de los misterios Themosforianos, los espiritistas actuales creen en la facultad de los espíritus o de las almas de las personas desencarnadas de comunicarse, visible y tangiblemente, con sus seres queridos en la tierra. Todos éstos: los yoguis arianos, los filósofos griegos y los espiritistas modernos, afirman esa posibilidad apoyándose en el hecho de que el alma encarnada y su espíritu que nunca se encarna, el ser real, jamás están separados del Alma Universal o de otros espíritus por el espacio; sino simplemente por la diferenciación de sus cualidades; ya que en la interminable expansión del universo no puede haber ninguna limitación. Tal unión entre espíritus encarnados y desencarnados llega a ser posible sólo cuando se elimina esta diferencia que, según los griegos y los arianos, es viable mediante la contemplación abstracta, produciendo la liberación temporal del alma encarcelada; mientras, según los espiritistas, es mediante la mediumnidad. Razón por la cual los yoguis de Patanjali seguidos por Plotino, Porfirio y otros neo-platónicos, sostenían que varias veces en su vida, durante la hora de extasis, se habían unido con Dios o más bien, se convirtieron uno con El. Como una profusión de grandes filósofos afirmó y afirma esta idea, no se puede arrinconar considerándola totalmente quimérica, no obstante su aparente aspecto erróneo al aplicarla al Espíritu Universal. En el caso de los Theodidaktoi, el único punto controvertible, la mancha lóbrega en esta filosofía extremadamente mística, consistía en su pretensión de incluir lo que es simplemente iluminación extática en la percepción sensoria. Mientras en el caso de los yoguis, la lógica cabal de Kapila refutó sus afirmaciones según las cuales tenían la habilidad de ver Iswara «cara a cara.» En lo que concierne a la declaración similar expresada por sus seguidores griegos, por una larga serie de extáticos cristianos y finalmente, en los últimos cien años, por Jacob Böhme y Swedenborg que afirmaban «ver a Dios,» tal pretensión se hubiera podido y se hubiera debido cuestionar filosófica y lógicamente, si algunos de nuestros grandes científicos, que son espiritistas, se hubiesen interesado más en la filosofía que en los meros fenómenos del espiritismo.
Los teósofos alejandrinos se dividían en neófitos, iniciados y maestros o hierofantes. Sus reglas se habían copiado de los antiguos Misterios de Orfeo; el cual, según Herodoto, las había traído de la India. Ammonio obligaba a sus discípulos, bajo juramento, a no divulgar sus doctrinas superiores, exceptuando a aquellos que habían demostrado ser muy dignos e iniciados y que habían aprendido a considerar a los dioses, los ángeles y los demonios de los otros pueblos, según la hyponia esotérica o el significado oculto. Epicuro dice: «Los dioses existen, sin embargo, no son lo que la multitud ignorante supone que sean. Un ateo no es aquel que niega la existencia de los dioses que las masas adoran; sino es aquel que atribuye a estos dioses las opiniones de la multitud.» En su momento Aristóteles declara: «Como la Esencia Divina permea todo el mundo de la naturaleza, a lo que se le define como dioses son simplemente los primeros principios.»
Plotino, el discípulo de Ammonio: «aquel que Dios instruyó,» nos dice que la gnosis secreta o el conocimiento de la Teosofía, tiene tres grados: opinión, ciencia e iluminación. «Los medios o el instrumento del primero son el sentido o la percepción, del segundo la dialéctica y del tercero la intuición, a la cual está subordinada la razón. La intuición es el conocimiento absoluto que se cimienta en la identificación de la mente con el objeto conocido.» Podríamos decir que la teosofía es la ciencia exacta de la psicología. Su relación con la mediumnidad natural, no cultivada, es análoga a la relación que subsiste entre el conocimiento de Tyndall y aquel de un simple estudiante de física. Esta desarrolla en el ser humano una visión directa que Schelling denomina: «una realización de la identidad entre el sujeto y el objeto en el individuo.» Por lo tanto, bajo la influencia y el conocimiento de hyponia, el ser contempla pensamientos divinos, ve todas las cosas en su aspecto real y termina «convirtiéndose en el depositario del Alma del Mundo,» usando una de las expresiones más hermosas de Emerson, el cual, en su espléndido ensayo sobre El Alma Universal, afirma: «Yo, el imperfecto, adoro lo perfecto que yo soy.» Además de este estado psicológico o anímico, la teosofía cultivaba cada rama de las ciencias y de las artes. Estaba profundamente familiarizada con lo que hoy se conoce comúnmente con término mesmerismo. Los teósofos descartaron la teurgia práctica o la «magia ceremonial» que a menudo el clero católico romano emplea en sus exorcismos. Unicamente Jamblicus agregó a la Teosofía la doctrina de la Teurgia, trascendiendo, entonces, a los demás Eclécticos. Cuando el ser humano, ignorando el verdadero significado de los símbolos esotéricos de la naturaleza, propende a calcular erróneamente los poderes de su alma y en lugar de comulgar espiritual y mentalmente con los seres celestiales superiores, los espíritus buenos, (los dioses de los teurgos de la escuela platónica), evoca los poderes malvados y tenebrosos que están latentes en la humanidad, las creaciones macabras de crímenes y de vicios humanos, puede caer de la teurgia (magia blanca) en la goetia (magia negra, hechicería). Sin embargo, el binomio magia blanca y negra no es lo que la superstición popular entiende con estos términos. La posibilidad de «evocar los espíritus» según la clave de Salomón, es el ápice de la superstición y de la ignorancia. Sólo la pureza en la acción y en el pensamiento puede elevarnos a interactuar «con los dioses» y permitirnos el alcance de la meta deseada. La Alquimia, que según muchos había sido una filosofía tanto espiritual como física, perteneció a las enseñanzas de la escuela teosófica.
Es notorio que Zoroastro, Buddha, Orfeo, Pitágoras, Confucio, Sócrates, y Ammonio Sacas no escribieron nada. La razón de ésto es obvia. La Teosofía es un arma de doble filo e inadecuada para el ignorante o el egoísta. Análogamente a cada filosofía antigua, tiene sus defensores entre los modernos; sin embargo, hasta recientemente, sus discípulos eran un grupo muy exiguo y procedían de las sectas y opiniones más variadas. «Eran completamente especulativos y aunque no fundaron ninguna escuela, lograron ejercer una influencia silenciosa en la filosofía. Indudablemente, en el momento propicio, muchas ideas así tácitamente propagadas, podrán impartir nuevas direcciones al pensamiento humano.» Esta observación es de Kenneth R. H. Mackenzie IX, un teósofo y místico, el cual la inserta en su extensa y valiosa obra: La Enciclopedia Masónica Real (artículos: «La Sociedad Teosófica de Nueva York» y «La Teosofía,» pag. 731).3 Desde los períodos de los filósofos del fuego, jamás se ensamblaron en sociedades; ya que hasta el siglo pasado el clero cristiano los perseguía como fieras salvajes y, a menudo, ser teósofo equivalía a una sentencia de muerte. Según las estadísticas: en un lapso de 150 años, en Europa se condenaron a las piras a no menos de 90 mil hombres y mujeres por presunta hechicería. En la Gran Bretaña solamente, desde 1640 hasta 1660, 20 años, se aniquilaron tres mil personas por haber sellado un pacto con el «Diablo.» Sólo recientemente, en la última parte de este siglo: en 1875, algunos místicos y espiritistas adelantados, insatisfechos por las teorías y explicaciones que los feligreses del espiritismo originaron y discerniendo su gran deficiencia en cubrir el campo completo de la amplia gama de fenómenos, formaron, en Nueva York, América, una asociación que ahora se le conoce mundialmente como la Sociedad Teosófica. Ahora bien, después de haber explicado lo que es la Teosofía, en otro artículo dilucidaremos cuál es la naturaleza de nuestra Sociedad, llamada también la «Hermandad Universal de la Humanidad.»
Theosophist, Octubre de 1879 Notas
1 En una serie de artículos titulados «Los Grandes Teósofos del Mundo,» nos proponemos mostrar que desde Pitágoras, el cual obtuvo su sabiduría de la India, hasta nuestros filósofos y teósofos modernos más conocidos: David Hume y el poeta inglés Shilley, incluyendo los espiritistas franceses, muchos creían y aún creen, en la metempsícosis o reencarnación del alma, a pesar de lo rudimentario que se considere el sistema de los espiritistas.
2 Muchos escritores griegos y romanos, entre los cuales Strabo, Lucano, Plutarco, Cicero (Tusculano), Plinio, etc., afirmaron la realidad del poder Yoga llamando Gimnosofistas a los Yoguis hindúes.
3 La Enciclopedia Masónica Real, Ritos, Simbolismo y Biografía, cuyo editor es Kenneth R. H. Mackenzie IX (Cryptonymous), Miembro Honrado de la Logia de Canongate Kilwinning, Número 2, Escocia. Nueva York, J. W. Bouton, 706 Broadway, 1877.