LOGIAS DE MAGIA

H.P. BLAVATSKY

MAHATMAS Y CHELAS

Publicado en “Lucifer” de Octubre 1888

“Cuando la ficción se manifiesta, agradando la vista, La humanidad creerá, porque ama la mentira; Sin embargo, si la Verdad se obscurece, frunciendo el entrecejo, Se debe recurrir a pruebas solemnes para trasmitirla.” Churchill.

Uno de nuestros amigos más estimados en la búsqueda oculta, somete la cuestión concerniente a la formación de «Logias» de la Sociedad Teosófica, para que operen a fin de desarrollar el adeptado. Durante el curso del movimiento teosófico se ha demostrado, no una vez, sino una plétora de veces, la imposibilidad práctica de forzar este proceso. Es duro contener la impaciencia natural de uno por descorrer el velo del Templo. Obtener el conocimiento divino, adoptando el método empleado en un examen clásico, saturándose de información, es lo ideal para el principiante común y corriente en el estudio oculto. Cuando los fundadores de la Sociedad Teosófica rechazaron fomentar tales esperanzas falsas, esto condujo a la formación de Fraternidades ficticias, como la llamada «Fraternidad de Luxor»; las cuales especulan sobre la credulidad humana. El siguiente manifiesto, que hace algunos años capturó a algunos de nuestros amigos y teósofos más sinceros, ha sido un anzuelo suculento para los simplones.
«Los estudiantes de la Ciencia Oculta, los buscadores de la verdad y los teósofos que pueden haberse sentido decepcionados en sus expectativas acerca de la Sabiduría Sublime, suministrada libre y gratuitamente por los Mahatmas hindúes, son invitados cordialmente a enviar sus nombres a […] Una vez se hayan considerado aptos, podrán ser admitidos, después de un breve período de prueba, como Miembros de una Fraternidad Oculta, la cual no se ufana por su conocimiento y logros, pero enseña gratuitamente» (entre 1 y 5 esterlinas por carta), «y sin reserva» (la parte más detestable del «Eulis» de P.B.Randolph), «todo lo que ella encuentra meritorio impartirles» (es decir: enseñanza con fines de lucro: el dinero va a los instructores y los extractosde Randolph y otros vendedores de «filtros amorosos» a los discípulos). (1)
Si lo que se rumora es verdadero, algunos de los distritos rurales ingleses, especialmente en Yorkshire, hormiguean de astrólogos y adivinos fraudulentos, los cuales pretenden ser teósofos para estafar mejor a la clase alta de clientes crédulos, en lugar de sus víctimas legítimas: las sirvientas y la juventud inexperta. Si siguiéramos la sugerencia de una carta a los Editores de esta revista, según la cual deberíamos formar «logias de magia», sin haber tomado las precauciones más rigurosas a fin de admitir sólo los mejores candidatos en calidad de socios, la vil explotación de los nombres y las cosas sagradas se centuplicaría. En esta coyuntura y antes de incluir la carta de nuestro amigo, la editora de la revista «Lucifer» quiere informar a sus compañeros que jamás, ni en la forma más remota, tuvo
algún nexo con la llamada «H (hermandad) H (hermética) de L (Luxor)» (H.H.L.) y cualquier información contraria es falsa y deshonesta. Existe un grupo secreto, cuyo diploma o Certificado de Membresía lo posee sólo el Coronel Olcott entre los hombres modernos de raza blanca, grupo al que la autora de «Isis sin Velo» llamó la «Hermandad Hermética de Luxor» por conveniencia, (2) sin embargo, los Iniciados lo conocen con otro nombre, así como el personaje con que el público está familiarizado bajo el pseudónimo de «Koot Hoomi», tiene un nombre totalmente diferente entre los que lo conocen. Si dijera el nombre verdadero de esa sociedad, dejaría atónitos a los estudiantes fálicos «eulianos» de la «Hermandad Hermética de Luxor». Jamás y bajo ninguna circunstancia, se revelan al profano los nombres auténticos de los Adeptos Maestros y de las Escuelas Ocultas. Asimismo, sólo los dos fundadores principales de la Sociedad Teosófica son los depositarios de los nombres de los personajes mencionados en conexión con la Teosofía moderna. Después de este preámbulo, pasemos a la carta de nuestro corresponsal que nos escribe lo siguiente:
Un amigo mío, un místico congénito, tuvo la intención de formar, con otros, una rama de la Sociedad Teosófica en la ciudad en que vive. La dilación que el proyecto tuvo me sorprendió; le escribí preguntándole el por qué de esto. Me contestó que había oído decir que la Sociedad Teosófica se limitaba a reunirse ya hablar sin hacer nada práctico. Siempre pensé que la Sociedad Teosófica debía tener Logias en las cuales se hacía algo práctico. Cagliostro entendió bien este anhelo humano por algo tangible, cuando instituyó el Rito Egipcio, poniéndolo en práctica en varias logias francmasonas. Este condado integra muchos lectores del «Lucifer». Quizá en sus páginas se encuentre una sugerencia para los estudiantes a fin de formar tales logias por sí solos y, uniendo sus voluntades, tratar de desarrollar ciertos poderes entre uno de ellos, para que luego se extiendan a todos. Estoy seguro que muchos afluirán a este tipo de Logias, creando un gran interés por la Teosofía. «A.»

Esta nota de nuestro venerable y erudito amigo, es ecoica de las voces del noventa y nueve por ciento de los miembros de la Sociedad Teosófica; sólo el uno por ciento tiene la idea exacta de la función y del propósito de nuestras Ramas. El error tajante que generalmente se comete, consiste en la concepción del adeptado y del camino que conduce ahí. Entre todas las empresas imaginables, la de tratar de hacerse un adepto es la más difícil. En lugar de realizarse dentro de algunos años o una vida, requiere la lucha incesante a lo largo de una serie de vidas, salvo en casos tan raros, que ni valdría la pena considerarlos como excepciones a la regla general. Por supuesto: los registros muestran que un número de los adeptos indos más respetados, se convirtieron en tales a pesar de haber nacido en las castas más ínfimas y, aparentemente, más improbables. Sin embargo: es consabido que su progreso ascendente se desarrolló a lo largo de muchas encarnaciones previas y, cuando nacieron por última vez, debían cumplir sólo con las pequeñeces de la evolución espiritual, antes de volverse grandes adeptos vivientes. Por supuesto, nadie puede decir si uno o todos los posibles miembros de la logia cagliostrana ideal del amigo de «A», ya puedan estar listos para el adeptado; sin embargo: la posibilidad no es suficientemente buena como para considerarla, ya que la civilización occidental parece desarrollar, más bien, guerreros que filósofos, militares carniceros que Sudas. El plano que «A» propone tiende más a desembocar en la mediumnidad, que en el adeptado. Es casi seguro que no hay un miembro de dicha logia que haya permanecido casto desde la adolescencia e inmune al uso de los intoxicantes. Por no hablar de la impermeabilidad del candidato a los efectos contaminantes de las influencias malas que fluyen del medio ambiente social. Entre los requisitos indispensables para el desarrollo psíquico, incluidos en los Manuales místicos de todos los sistemas religiosos orientales, se enumera un lugar, una dieta, una compañía y una mente puras.
¿Podría » A » garantizar todo esto? Es ciertamente deseable que existiera alguna escuela de instrucción para los miembros de la Sociedad Teosófica y si el trabajo y los deberes puramente exotéricos de los fundadores hubiesen sido menos absorbentes, es probable que la hubiéramos instituido hace mucho tiempo.

Sin embargo, no por instrucción práctica, como lo hizo Cagliostro; el cual precipitó sobre sí sufrimientos profundos, sin dejar una huella definida que invite a repetir su tentativa hoy en día. Una máxima oriental dice: «cuando el discípulo está listo, el maestro aparece.» Los Maestros no tienen que reclutar gente en logias especiales en vuestro condado, ni instruirlos mediante «sargentos místicos», el tiempo y el espacio no constituyen una barrera entre ellos y el aspirante. Donde el pensamiento puede pasar, ellos pueden llegar. ¿Por qué un cabalista erudito como «A» ha olvidado todo esto? Que él tenga presente que el adepto potencial puede existir en todos los vecindarios más sórdidos del mundo como en los más limpios y «cultos» y que algún pobre desamparado, quien mendiga su comida, puede ser una «alma más blanca» y más atractiva para el adepto, que el obispo común y corriente en su sotana o un ciudadano culto en su traje costoso.

Para la extensión del movimiento teosófico, un canal útil para irrigar los páramos del pensamiento contemporáneo con las aguas de la vida, se necesitan ramas por todas partes, no simples grupos de simpatizantes pasivos, como el ejército durmiente de los que van a las iglesias, cuyos ojos están cerrados mientras el «diablo» hace lo que quiere. No; éstos no son los que necesitamos; sino Ramas activas, alertas, dedicadas y altruistas, cuyos miembros no delatan constantemente su egoísmo preguntando: «¿Qué beneficio nos trae unirnos a la Sociedad Teosófica y cuánto podría dañarnos?», sino que se pregunten: «¿podemos hacer un bien sustancial a la humanidad, trabajando en esta buena causa con todos nuestros corazones, mentes y fuerza?» Si «A» persuadiera a sus amigos, que pretenden tener tendencias al ocultismo, a considerar la cuestión de este punto de vista, los beneficiaria mucho. La Sociedad Teosófica puede seguir su curso sin ellos; pero ellos no pueden permitirle que lo haga.
¿Es, además, beneficioso discutir la cuestión de si una Logia debe recibir, siquiera, la instrucción teórica, hasta que se pueda estar seguro de que todos los miembros acepten las enseñanzas como procedentes de la misma fuente? Una mente llena de ideas preconcebidas, prejuicios o sospechas, no puede absorber la verdad oculta. Es algo que se percibe mediante la intuición, más que por la razón; ya que su naturaleza es espiritual y no material.
La constitución de algunos es tal que no les permite adquirir el conocimiento ejerciendo las facultades espirituales; verbigracia: la gran mayoría de los físicos, los cuales son lentos, si es que no totalmente incapaces de captar las verdades últimas tras de los fenómenos de la existencia. En la Sociedad Teosófica se anidan muchos de éstos, los cuales integran el grupo de los descontentos. Muy pronto, estas personas se persuadieron que las enseñanzas sucesivas, procedentes de la misma fuente de las anteriores, eran falsas o habían sido tergiversadas por los chelas o por terceros. El resultado natural es la sospecha y el desacuerdo y, podríamos decir que, la atmósfera psíquica es perturbada, produciendo una reacción nociva hasta en los estudiantes más firmes. A veces, la vanidad ofusca lo que, al principio, era una fuerte intuición; en realidad: la mente se clausura ante la admisión de una nueva verdad y el estudiante que aspira, retrocede al punto de partida. Al haber llegado a alguna conclusión propia, sin haber estudiado el tema plenamente y antes de que la enseñanza haya sido impartida al estudiante en su totalidad, su tendencia, una vez probado su error, consiste en escuchar sólo la voz de su amor propio, aferrándose a sus conceptos ya sean correctos o equivocados. El Señor Buda, en particular, advirtió a sus oyentes, contra la tendencia de formar creencias basándose sobre la tradición o la autoridad y antes de haber profundizado en el tema.
He aquí un ejemplo: un corresponsal nos pregunta por qué no debería «ser libre de sospechar que algunas de las llamadas cartas ‘precipitadas’ son fraudulentas»; aval ando su posición de esta manera: mientras que algunas de ellas tienen el sello de autenticidad, (para él) innegable, otras, debido a su contenido y estilo, parecen imitaciones. Esto equivale a decir que él tiene una intuición espiritual tan exacta, que puede detectar la carta verdadera de la falsa, aunque jamás haya encontrado un Maestro, ni se le haya otorgado alguna clave para poner a prueba su presunta comunicación. La consecuencia inevitable de la aplicación de su juicio inexperto en estos casos, lo inducirá, muy probablemente, a declarar falso lo que es genuino y genuino lo que es falso. Entonces: ¿a qué criterio se puede recurrir para decidir entre una carta «precipitada» y otra que no lo es? ¿Quién puede decirlo, si no sus autores o los que ellos emplean como amanuenses (los chelas y los discípulos)? Desde luego, sólo una, de entre cien cartas «ocultas» es ológrafa del Maestro y éstas se envían bajo su nombre y directivas; ya que los Maestros no las necesitan, ni tienen el tiempo para escribirlas. Además: cuando un Maestro dice: «he escrito esa misiva»; significa, simplemente, que dictó cada palabra ahí contenida, imprimiéndola bajo su directa supervisión. Por lo general, su chela cercano o distante es el que escribe (o precipita) las cartas.
Los Maestros imprimen en su mente las ideas que desean expresar y, si es necesario, le ayudan en el proceso de precipitación o de impresión de imagen. La exactitud de la transmisión de las ideas y el modelo de escritura imitado dependen, enteramente, del estado de desarrollo del chela. El destinatario, no siendo un adepto, se queda en la disyuntiva de la incertidumbre: si una carta es falsa, quizá no todas los sean; ya que, con lo referente a las pruebas intrínsecas, todas proceden de la misma fuente y todas se entregan valiéndose de los mismos medios misteriosos. Sin embargo, existe otra condición implícita, aun peor. Considerando todo lo que el recibidor de cartas «ocultas» puede posiblemente saber y basándonos, simplemente, en la probabilidad y la honestidad, el corresponsal invisible dispuesto a tolerar una sola línea fraudulenta en su nombre, no le importaría si este engaño se repitiera ilimitadamente. Esto nos conduce a lo siguiente. Las llamadas cartas ocultas, avaladas por las mismas pruebas, deben ser consideradas: o todas auténticas o todas falsas. Si se pone en entredicho la procedencia de una, a todas se les debe tratar de la misma manera. Por lo tanto: las series de cartas en las obras «El Mundo Oculto», «El Budismo Esotérico», etc., etc., pueden ser fraudes, «engaños inteligentemente orquestados» y «falsificaciones» y no existe razón para que no lo sean. Así las tildó el ingenioso, sin embargo estúpido, agente de la Sociedad para la Búsqueda Psíquica, a fin de elevar, en la estima del público, la perspicacia «científica» y el criterio de sus «Jefes».
Por eso: un grupo de estudiantes afines a un estado mental tan impermeable y sin un guía del lado oculto que le abra los ojos a las trabas del estudio del esoterismo, no adelantarían ni un paso.
¿Dónde están esos guías, hasta ahora, en la Sociedad Teosófica?
«Ellos son líderes ciegos que guían a otros ciegos» y ambos caen en el abismo de la vanidad y de la arrogancia. La dificultad surge de la tendencia común a sacar conclusiones de premisas insuficientes ya jugar a ser el oráculo antes de haberse liberado de la Ignorancia, que es el anestésico psíquico más hipnótico.

NOTAS

1) Los documentos son visibles en la oficina de la revista «Lucifer»: un manuscrito secreto, (cuyo nombre del autor se ha omitido por consideraciones pasadas), del «Gran Maestro Provincial de la Sección Septentrional». Aquí el título de uno de estos documentos. «Una Breve Clave a los Misterios Eulianos»; es decir. magia negra Tántrica sobre bases fálicas. No, los miembros de esta Fraternidad Oculta «no se ufanan por su conocimiento o logros.» Son muy astutos; sin embargo, mientras menos hablemos de esto, tanto mejor será.

2) Véase la página 308 del segundo volumen de «Isis sin Velo» (versión inglesa original). Se puede agregar que la «Hermandad de Luxor» mencionada por Kenneth Mackenzie (véase su Enciclopedia Real Masónica) y cuyo centro está en América, no tenía ningún nexo con la Hermandad que nosotros citamos y conocimos, como se verificó después de la publicación de ‘»Isis sin Velo», en una carta que este difunto autor masónico escribió a un amigo en Nueva York. La Hermandad con la cual Mackenzie tuvo contactos, era una simple Sociedad Masónica que se fundaba en una base mucho más secreta y, según afirma en su carta: él había oído hablar, pero no conocía nada de nuestra Hermandad; la cual, teniendo una rama en Luxor (Egipto), nosotros la llamamos con ese nombre a propósito. Esto indujo a algunos intrigantes a suponer que existía una Logia regular de Adeptos con ese nombre, asegurando algunos amigos crédulos y ciertos teósofos, que la «Hermandad Hermética de Luxor» que ellos orquestaron, era idéntica a la original homóloga o una rama de ella, ¡que se suponía estar ubicada cerca de Lahore! Esta era una flagrante mentira.

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