SANACION Y SANADORES

SANACION Y SANADORES

Tim Boyd

Sanación y sanadores es un tema al que no se presta toda la atención que se debiera, al menos en nuestra literatura teosófica formal. He tenido la suerte de haber entrado en contacto con algunos potentes sanadores de diferentes orígenes. A menudo, cuando encontramos a personas, que son sanadores físicos, si les preguntáramos sobre el origen del poder ó energía, que fluye a través de ellos, aquellos que no hayan tenido ningún contacto con las enseñanzas teosóficas  dirán  que “es un don de Dios». Esto no es totalmente incorrecto, pues el hecho de que aparezca esta capacidad de curar se considera, a menudo, como un don sobrenatural.

Durante uno de los periodos, frecuentemente olvidados, en la vida del Coronel H. S. Olcott, este estuvo dedicado a un extenso trabajo de potente y dinámica curación. Durante sus visitas a Ceylán (hoy Sri Lanka) su trabajo principal fue revivir el Budismo, que él consideraba una expresión de la Sabiduría Eterna. En el Ceylán de aquella época, el Budismo había caído a una situación muy marginal. Entonces, en un cierto momento, los misioneros cristianos, que se afanaban  activamente para  minar el Budismo en Ceylán, anunciaron que habían descubierto un pozo milagroso, cuyas aguas podían curar en el nombre de Jesús y de la Iglesia católica.

Olcott, siendo quien era, se dirigió a los monjes budistas, diciéndoles: «antes que esto eche raíces en la mente de las gentes, vosotros tenéis que hacer alguna curaciones. Vosotros, como Budistas, debéis curar». Pero ninguno se movió. Así que Olcott, siendo el práctico Yankee «podemos» que era, decidió hacer él las curaciones. Sabiendo que todas las curaciones tienen el mismo origen, decidió hacerlas en nombre de Buddha. Treinta años antes, había conocido las enseñanzas y el trabajo de Antón Mesmer. Incluso había hecho algunas prácticas de sanación mesmérica.

En las cartas de los Mahatmas se dice mucho sobre mesmerismo y sus capacidades de curación. Olcott lo había estudiado y decidió que era la ocasión para usarlo. Así que encontró un paciente con un brazo paralizado y se puso a trabajar con él. El hombre regresó a su casa y al día siguiente reportó una gran mejoría. Esto aumentó el grado de confianza de Olcott. Así que volvió a trabajar con él y esta vez consiguió una curación total de su parálisis y la noticia, por supuesto, corrió de boca en boca.

A partir de ese momento y a lo largo de tres años, Olcott no tuvo un momento de descanso o privacidad, rodeado continuamente de gente pidiéndole alguna curación a este gran sanador «Budista». Durante estos tres años Olcott llevó un registro con más de 7000 curaciones de distintos tipos: parálisis, sordera, ceguera, etc.  Como esto requería demasiada energía vital y no le dejaba tiempo para el trabajo teosófico, que debería ser su tarea principal, su Maestro le ordenó dejarlo.

Justo antes de la fundación de la Sociedad Teosófica (ST), había surgido Antón Mesmer y sus métodos de curación y esto estaba muy presente en la mente de H.P.Blavatsky (H.P.B) y otros. Se le llama también magnetismo animal, pero en Teosofía se explica mejor como la  acumulación y proyección de energía etérica, lo que llamaban el «fluido vital» en aquella época. Esto se explica en mayor profundidad en las Cartas de los Mahatmas.

En una carta del Mahatma KH a Sinnett, se describe un enfoque más elevado de este tipo de curación. Sinnett había  escrito al Maestro y este, KH, había regalado a la familia Sinnett un mechón de su cabello para su hijo, Denny, que tenía una salud delicada de nacimiento. La idea era que el magnetismo de estos tuviera una influencia positiva en el muchacho. Sinnett escribió al Maestro preguntándole si podía utilizar estos cabellos para intentar curaciones según la idea de Mesmer. La carta que tenemos es la respuesta del Maestro, que se extiende sobre este método de curación. En esa carta el Maestro dice a Sinnett que puede intentarlo, pero que, por si mismos, estos cabellos no tienen ningún poder de curación. Son simplemente un acumulador de energía de la persona de la que proceden. Es como una batería eléctrica, no es útil sin una conexión entre la fuente y el dispositivo a alimentar. La energía que es clave en un trabajo de este tipo es la de la voluntad. Si falta esta no hay curación, el objeto en sí mismo carece de poder en ausencia de la voluntad.  El Maestro añadía que no es necesaria una cierta pureza porque la energía está en el objeto, aunque la pureza y una intención benevolente, pueden ampliar su efecto. En esencia, lo que decía es que la pureza de mente y la buena intención conectan el talismán al buddhi del sanador. Entonces el poder de curación supera al del Mesmerismo y al de la energía en cualquier cabello u objeto. El talismán y buddhi entran en simpatia/sinergia, y de este modo puede producirse una profunda curación.

Describiendo sus métodos de curación, el Coronel Olcott decía que se producían de dos formas. Por un lado, era por la presencia e influencia del Maestro, a través de la conexión que se establecía con él. En diversas enseñanzas se nos dice que cualquier cosa buena que hagamos, la ofrezcamos en nombre del Maestro. Así lo decía Jinaräjadäsa: curar, ayudar, apoyar, todo debe hacerse en su nombre, pues, así, es posible atraer su presencia si nuestras intenciones son realmente puras.   Olcott decía que el grueso de las curaciones que hacía se basaba en esta conexión y alcance, a través de su propia imaginación y voluntad, con su Maestro. Y lo confirmaba con varios casos. Mencionaba uno en que estaba curando a un ciego y este describía, durante el proceso, la visión de alguien de pie frente a él, describiéndolo con gran detalle, resultando ser la del Maestro de Olcott.  El otro método de curación era la acumulación y proyección de energía, usando la propia voluntad de Olcott.

La salud se describe como una situación de integridad. Cuando estamos enteros, no divididos, es cuando estamos sanos. Esto, evidentemente, tiene varios niveles de comprensión, pero el proceso de sanar es restaurar la integridad. Así que, quienes aspiramos a estar en un camino espiritual, estamos comprometidos en un proceso de curación a su nivel más profundo. Es el proceso de restablecer la integridad olvidada de nuestra condición natural, de la que nos distancia nuestra forma «normal» de vida.

Al ser humano se le ha descrito en nuestra literatura teosófica como «el espíritu más elevado y la materia más grosera unidos por la mente». Este vínculo de la mente es el área en que encontramos todos nuestros problemas. Es también el área donde encontramos nuestras mayores esperanzas. Toda curación es, esencialmente, una curación de la mente, de su capacidad para unir el espíritu más elevado y la materia más grosera. Resultamos fragmentados, simplemente, por el proceso de nacer.

Nada más nacer, y mediante la estrecha  asociación del alma con una personalidad en formación, adoptamos múltiples identidades fragmentarias: nacionalidad, género, filiación religiosa etc. Todo lo que pensamos que somos, tiende a aislarnos y fragmentarnos. Y pasamos a través de la vida en este estado de división. Al límite, en algún lugar de nuestro interior, sabemos que la posibilidad de unificación existe, la posibilidad de restablecer la integridad, y ello da lugar a la búsqueda, que algunos de nosotros llevamos a cabo a lo largo de nuestra vida. Buscando «aquello» que nos devuelva nuestra integridad.

Antes de implicarnos en una búsqueda espiritual, llevamos a cabo otros tipos de búsqueda: la pareja perfecta, el trabajo perfecto, el lugar perfecto de la tierra en el que haya paz y armonía, donde encontremos todo aquello que nos falta para restaurar nuestra condición. Lo llamamos «condición» porque es el resultado de «condicionamientos», esa condición separativa de la mente que es la práctica y herencia de todo el que nace.

Cuando entramos en el sendero espiritual cambia la naturaleza de la curación. Ya no se trata de la idea de algo que podamos encontrar, la pieza perdida del rompecabezas, ajena a nuestra propia conciencia.  Nuestra búsqueda cambia  de orientación, y ello nos trae el cambio fundamental en nuestro condicionamiento humano, que nos afectará en esta vida y en las próximas. Empezamos a mirar hacia dentro, hacia la dimensión espiritual de nuestro ser.

Las escrituras de todas las religiones atribuyen curaciones de todas clases a sus fundadores sea Jesús, el Buddha, Mahoma, ó Apolonio. Todos ellos fueron conocidos por sus enseñanzas espirituales y también mostraron grandes capacidades de curación durante su vida. Aunque no se habla mucho de ello, ó, tal vez, ni siquiera es muy conocido, J. Krishnamurti fue un gran sanador con numerosos ejemplos de curaciones «milagrosas» de situaciones incurables como sordera, tuberculosis, cáncer y otras. Se realizaban principalmente por mediación de su voluntad y por contacto. El, por su parte, decidió, prudentemente, no darles publicidad, en buena parte por la historia de la ST y lo que ocurrió con HPB y otros, al mostrar ciertos poderes ocultos y la especie de glamour y distracción, de las enseñanzas esenciales, en que se convirtieron.

Una de las características de la vida espiritual parece ser que, cualquiera que se entrega a ella de forma auténtica, a la postre, se convierte en sanador; resulta inevitable. Y no se produce necesariamente por la imposición de manos, ó por los métodos mesméricos de Olcott, aunque estas son, ciertamente, posibilidades.  En la Biblia cristiana  encontramos un hermoso pasaje que describe un incidente ocurrido, probablemente tanto  real como simbólicamente. Pasaba Jesús, el Cristo, por una ciudad en la que vivía una mujer que estaba  enferma.  Decían que, durante doce años había tenido un flujo  de sangre, para lo que no encontraba curación.  Él pasaba cerca de donde ella se encontraba.  Al darse cuenta de que Jesús pasaba, ella se aproximó y alcanzó a tocar el borde de su túnica y quedó curada.  El relato continúa diciendo que Cristo se dio cuenta de que alguien había tocado su ropaje y le dijo que estaba curada.  La curación se produjo por la mera presencia de una persona espiritualmente evolucionada.

Esta historia aborda la naturaleza del trabajo que hacemos. Cuando realmente conectamos con las dimensiones más profundas de nuestro propio ser, que de algún modo parecen perdidas por nuestra forma de vida, se manifiesta algo que produce la sanación.  Está la voluntad, pero también se produce por la presencia de un alma no evolucionada. Es algo que todos sabemos.  Todos hemos buscado a esas personas hacia las que nos hemos sentido atraídos por su sensación de paz y serenidad.

Aunque nunca conocí personalmente a N. Sri Ram, sí he oído historias de gente, que iban a verle y le planteaban los problemas que les perturbaban.  En más de una ocasión oí a gente decir que, después de hablar con él se habían sentido renovados, aliviados, al percibir que la conversación con él había sido de tan gran  ayuda.  Y entonces se daban cuenta de que Sri Ram no había dicho apenas nada y que con su presencia simplemente se había invertido su propio estado interior. Se dice que las plegarias de una persona honesta tienen un gran poder.  La presencia silenciosa de nuestro Ser tiene un gran poder.

En la Clave de la Teosofía, HPB escribia las cuestiones que se plantaeba a sí misma y que luego las contestaba como el “Teosofista”. En un caso, describía las notables curaciones llevadas a cabo por  Apolonius—como levantaba a los muertos y otras cosas. Entonces se plantea la pregunta: ¿es el objetivo de la ST producir tales sanadores?  Su respuesta es digna de consideración.  Decía que la ST tiene varios objetivos, pero que el más importante es aliviar el sufrimiento de la humanidad. por el medio que sea.  Ese sufrimiento puede ser moral ó físico, pero su aspecto más importante es el sufrimiento moral. El estado mental que determina todo lo que hacemos—los valores que defendemos, las cosas que consideramos rectas o no, las actividades en que nos implicamos—está determinado por nuestra ética.  La ética de la Teosofía es la que ella propone como “la gran sanadora”.

En este aspecto, algo que experimentamos a lo largo de nuestra vida son las leyes que gobiernan la Naturaleza, las que gobiernan nuestra conducta.  En la Voz del Silencio se  afirma que la compasión es la “Ley de leyes”.  En términos de nuestra conducta ética (del despliegue de la dimensión espiritual de nuestro ser y su efecto sobre nosotros mismos y la existencia que llevamos en el mundo) esta compasión es algo con lo que necesitamos experimentar continuamente en nuestras vidas. ¿Qué significa esto? Como “Ley de leyes”  ¿cómo funciona?. Fraternidad, compasión, unidad, curación, todas ellas surgen de la ética más profunda.                          Cuando hablamos de ética, normalmente pensamos en moralidad, conducta, forma de pensar.  Envolvemos en palabras esa cosa inexpresable  que llamamos espíritu.  Tratamos de cubrirla con ideas y pensamientos, de modo que tenga cierta apariencia, alguna visibilidad, algún significado para nosotros.

Ese experimento en marcha, que es la vida espiritual, es nuestro intento de comprender más profundamente lo que significa ser espiritual, de ser puro e íntegro.  Es bueno recordar que hay una dimensión sanadora en este trabajo que hacemos.  Es una sanación que comienza con nosotros mismos como individuos, pero uno de los propósitos fundamentales del trabajo teosófico, y de la Sociedad Teosófica, ha sido el propósito más amplio de una sanación profunda, que debe producirse en la humanidad: la formación de ese núcleo de Fraternidad, el reconocimiento de la posibilidad de la unidad, de la totalidad.

Estas son las cosas con las que podemos experimentar en el laboratorio de nuestra propia conciencia

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Nadie nos salva, sino nosotros mismos.

Nadie puede y nadie debe hacerlo.

Nosotros mismos hemos de recorrer el Sendero.

Gautama el Buddha

The Theosophist, septiembre 2017

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