Extractos de su libro “La clave de la teosofía”.
Londres 1889
TEÓSOF@-
¿Cuál es el verdadero objetivo de la educación moderna? ¿Es para cultivar y desarrollar el espíritu, para enseñar a los desheredados y desafortunados a soportar la carga de la vida con fortaleza, para fortalecer la voluntad, para inculcarles el amor al prójimo y los sentimientos de lealtad, y de esta manera moldear y preparar el carácter para la vida práctica? No en vano, tal objetivo es indiscutiblemente el de toda educación real. Nadie dirá lo contrario. Todos los grandes educadores lo admiten, y hablan ampliamente de ello. Pero, ¿cuales son los resultados prácticos? Pregunten a los jóvenes, a los adolescentes, e incluso a los profesores de las nuevas generaciones; todos responden de forma unánime: «la preocupación de la educación moderna es aprobar los exámenes». Su efecto no es inducir una emulación adecuada, sino que genera celos, envidia, odio -o poco menos- entre los jóvenes, llevándoles así a una vida de egoísmo feroz, a la lucha por honores y retribuciones, en lugar de despertar en ellos sentimientos de benevolencia.
PREGUNTA – Debo admitir que en este aspecto tiene usted razón.
TEÓSOF@ – ¿Y qué son los exámenes, verdadero terror de la juventud moderna? Nada más que un método para calificar y catalogar los resultados de su educación escolar. En otras palabras, son la aplicación práctica del método científico moderno al genus homo, desde el punto de vista del intelecto, únicamente. Ahora bien, la «ciencia» afirma que el intelecto es el resultado de interacciones mecánicas en la materia cerebral. Por lo tanto, es lógico que la educación moderna sea casi totalmente mecánica; una especie de máquina automática para fabricar intelecto por toneladas. No hace falta tener mucha experiencia en estos exámenes para ver que la educación que promueven es simplemente el entrenamiento de la memoria física. Tarde o temprano todas las escuelas caerán a este nivel. Es obvio que cualquier estímulo real y valioso de la facultad de pensar y razonar, seguirá siendo sencillamente imposible, de modo que todo deberá ser evaluado por los resultados obtenidos mediante exámenes competitivos. Una vez más, la educación escolar es de suma importancia para la formación del carácter, especialmente en lo que respecta a las cualidades morales del niño. Es decir, todo el sistema de la educación moderna se basa en premisas supuestamente científicas como «la lucha por la existencia», y «la supervivencia del más apto/fuerte». Desde la primera juventud, todo hombre está tan imbuido de estos axiomas, tanto por la experiencia y el ejemplo práctico, como por la enseñanza directa, que finalmente resulta imposible extirpar de su pensamiento la idea de que el «yo» -el yo inferior, personal y animal- es lo esencial, y la meta de toda su vida. Esta es la fuente principal de toda la miseria/pobreza, el crimen, y el cruel egoísmo, que aflora más tarde, y cuya existencia usted conoce, igual que yo. Como se ha dicho tantas veces, el egoísmo es el azote de la humanidad, la prolífica causa de todos los males, de todos los crimenes que asolan la existencia. Y es en las escuelas, donde comienza precisamente a estimularse este egoísmo.
PREGUNTA – Todo eso está muy bien, ateniendonos a generalidades, pero me gustaría conocer algunos hechos, con alguna idea de las soluciones que propone.
TEOSOF@ – ¡De acuerdo! Trataré de satisfacerle. Las escuelas se agrupan en tres categorías: escuelas primarias, gubernamentales; escuelas medias; y grandes escuelas de enseñanza secundaria, de pago, con una amplia gama de asignaturas, que van desde el comercio más común, hasta las humanidades clásicas, y con todo tipo de combinaciones y permutaciones posibles. La educación empresarial práctica desarrolla el enfoque moderno, mientras que la educación clásica, según la tradición ortodoxa, extiende su pesada respetabilidad solo a las escuelas normales de las instituciones gubernamentales. En estas instituciones vemos claramente que el lado científico y comercial, práctico, está reemplazando a la anticuada ortodoxia clásica. De hecho, no hay que ir muy lejos para descubrir la razón, porque ahora esta rama de la formación pública tiene como única preocupación los francos y los céntimos: el summum bonum del siglo XIX. De este modo, todas las energías generadas por las moléculas cerebrales de quienes se benefician de ello, se concentran en un solo punto. Los jóvenes, así instruídos, forman una especie de ejército organizado, al que pertenece una élite intelectual, “educada” y formada en la especulación, entrenada para dominar la innumerable cohorte de masas ignorantes e ingenuas, para ser vampirizados, explotados y despreciados por sus hermanos, más fuertes intelectualmente.
Este tipo de formación no sólo es antiteosófica, es también ANTI-CRISTIANA. Resultado: la consecuencia inmediata de este sistema de educación es el acaparamiento del mercado por parte de máquinas de hacer dinero, hombres egoístas y desalmados – animales – que han sido cuidadosamente entrenados para vivir como animales depredadores de sus semejantes, aprovechandose de la ignorancia de sus hermanos más débiles!
PREGUNTA – Lo que dice aquí, ¿no podría aplicarse también a nuestras grandes universidades privadas?
TEOSOF@ – No exactamente, por cierto. Pues aunque la instrucción que allí se da, es diferente en su forma, es la misma en su espíritu, antiteosófica y anticristiana, aunque Eton y Harrow produzcan científicos, clérigos o teólogos.
PREGUNTA – ¿No quiere decir también que Eton y Harrow son escuelas de espíritu «comercial»?
TEOSOF@- No. En verdad, el sistema clásico de enseñanza es, por encima de todo, respetable, y, actualmente, produce algún bien. Sigue siendo el sistema preferido de nuestros grandes colegios, donde se puede recibir una educación social además de una cultura intelectual. Es de suma importancia que, los hijos menos dotados de padres aristocráticos y con fortuna, sean admitidos en estas escuelas para que puedan mezclarse con el resto de la juventud de las clases «nobles» y adineradas. Desgraciadamente, hay una gran competencia, incluso para entrar, porque la gente con dinero es cada vez más numerosa, y muchos jóvenes pobres, pero inteligentes, intentan matricularse en estos colegios como becarios, para luego llegar, del mismo modo, a las Universidades.
PREGUNTA – En estas condiciones, los «torpes/rezagados» con fortuna tienen que trabajar más que sus compañeros pobres.
TEÓSoF@ – En efecto. Pero, curiosamente, los partidarios de la religión de la «supervivencia del más apto» no actúan aquí de acuerdo con sus creencias, pues tratan que los no aptos por nacimiento pasen por delante de los alumnos dotados. Para ello, con generosos sobornos, contratan a los mejores profesores, apartándolos de los alumnos dotados naturalmente, para que, a base de machaconería, logren que sus vástagos no aptos adquieran los conocimientos, que les darán acceso a profesiones que ocuparán inútilmente.
PREGUNTA – ¿Y a qué atribuye esto?
TEÓSOF@ – A lo pernicioso de un sistema de producción por encargo, prescindiendo de las inclinaciones naturales, o del talento de la juventud. El candidato pobre al paraíso del conocimiento programado pasa, casi sin transición, del jardín de infancia a la ingrata rutina diaria de una escuela preparatoria para hijos de buena familia. Allí, los obreros de esta fábrica materio-intelectual caen sobre él, para atiborrarlo de los rudimentos de la morfología latina, francesa y griega, de fechas y de tablas, de modo que, si queda en él, una gota de genio natural, se apresuran a exprimírselo, haciéndolo pasar por el molino de lo que Carlyle llamó tan acertadamente «los vocablos/términos/palabras muertos».
PREGUNTA – Pero, a fin de cuentas, se le enseña, sin duda, algo más que “palabras muertas”; y mucho de lo que aprende podría lleverle en directo a la Teosofía, e incluso a la Sociedad Teosófica.
TEÓSOF@ – No tanto. En Historia, por ejemplo, solo adquirirá un conocimiento suficiente de su propio pais, y se encontrará
encerrado en una armadura de acero, hecha de prejuicios, contra todos los demás pueblos, e inmerso en la pestilente cloaca de los anales históricos, dominados por los odios nacionales, y la sed de sangre. Esto, seguramente, no es lo que usted podría llamar Teosofía.
PREGUNTA – ¿Qué tiene que objetar contra la educación moderna?
TEÓSOF@ – Añada a eso la sombra de conjubto seleccionado de supuestos hechos bíblicos–del que se ha eliminado todo rastro del intelecto. A lo sumo se trata de un simple ejercicio de memoria, donde el «¿Por qué?” del maestro, se ha convertido en un ¿Por qué? de las circunstancias, y no de las razones.
PREGUNTA – Muy bien. Pero la he oído felicitarse por el número creciente de ateos y agnósticos. De modo que, incluso las personas formadas en un sistema que usted denigra tan sinceramente están aprendiendo a pensar y razonar por sí mismas.
TEÓSOF@ – Sí, pero esto es más bien el resultado de una sana reacción contra el sistema, que del propio sistema. Preferimos tener agnósticos, e incluso auténticos ateos, en nuestra Sociedad, que fanáticos de cualquier religión. La mente del agnóstico está siempre abierta a la verdad que, por el contrario, ciega al fanático, como la luz del sol deslumbra al búho. Los mejores de nuestros miembros, los más sinceros, los más filántropos, y los que aman la verdad por encima de todo, han sido, o son, agnósticos y ateos, personas que no creen en un Dios personal. Pero no hay jóvenes que sean libre pensadores, capaces de pensar libremente; y, por lo general, la primera educación que reciben los marca con una impronta que deja sus mentes estrechas y distorsionadas. Un sistema de educación, para ser sano y saludable, debe desarrollar una mente muy vigorosa y liberal, estrictamente entrenada para pensar de forma lógica y precisa, sin ninguna fe ciega. Pero, ¿cómo pueden esperarse buenos resultados de un sistema, que pervierte la facultad de razonamiento de nuestros hijos, enseñándoles, los domingos, que deben creer en los milagros de la Biblia, y, los demás días de la semana, que cualquier milagro es científicamente imposible?
PREGUNTA – Pero entonces, ¿qué propone hacer?
TEÓSOF@ – Si tuviéramos el dinero necesario, fundaríamos escuelas, que no produjeran graduados, sabiendo leer y escribir, pero condenados a morir de hambre. Lo que debemos enseñar a los niños, sobre todo, es la confianza en sí mismos, el amor a todos los hombres, el altruismo, la caridad mutua; y sobre todo, debemos acostumbrarles a pensar y razonar por sí mismos. Reduciríamos a un mínimo estricto todo el trabajo de memoria puramente mecánico, y dedicaríamos el tiempo a desarrollar, y cultivar las facultades de nuestros alumnos, sus sentidos internos, y sus capacidades latentes. Nos esforzaríamos por atender a cada niño individualmente, por educarlo de manera que se promueva el desarrollo más equilibrado y armonioso de todas sus facultades, para que sus aptitudes particulares alcancen su pleno desarrollo natural. Nuestro objetivo sería crear hombres y mujeres libres, intelectualmente libres, moralmente libres, sin prejuicios de ningún tipo, y, sobre todo, libres de egoísmo. Y esto, creemos, podría lograrse en gran medida, si no totalmente, por medio de una buena y auténtica educación teosófica.
Un verdadero teósofo debe practicar un elevado ideal moral,
Esforzarse para llevar a cabo su Unidad con toda la humanidad,
Y trabajar sin descanso por los demás.
H. P. BLAVATSKY